No se ha valorado lo suficiente la contribución de “Masterchef Junior” a la recuperación de un término que había caído en desuso y prácticamente se encontraba desaparecido de la circulación. En ocasiones los programas de televisión ofrecen grandes beneficios a la población de forma indirecta e inesperada: aquello que hacía Cárdenas concienció sobre los problemas de dicción en nuestra sociedad, hay gente que no se pierde ni un solo programa de “Equipo de Investigación” únicamente por su banda sonora, y la última temporada de “Masterchef Junior” ha provocado que en los usos lingüísticos del conjunto de la sociedad española haya reaparecido una palabra que estaba a punto de la extinción: repipi.
Porque si una imagen vale más que mil palabras, cualquiera de los concursantes de la última edición de “Masterchef Junior” valen más que mil definiciones de repipi. Dice la Real Academia: “que es repelente, afectado y pedante”. No es eso, no es eso. Como todas las definiciones de diccionario, ésta es incapaz de contener la carga de matices, connotaciones y detalles que evoca la idea del repelente niño Vicente. Por una vez, y sin que sirva de precedente, señores académicos, después de la definición de “repinte”, abran el DRAE al mundo de la imagen y coloquen tras la voz “repipi” una foto de Albert, o de María, o de Lu. Después ya pueden seguir con el estilo habitual en “repique” y el resto de palabras de la lengua española.
Se ha criticado de “Masterchef Junior” que aliente la competición entre los más jóvenes, que sea un programa orientado a un público familiar -adulto, pero también infantil- que se emite a horarios incompatibles con el sueño reparador para ir a la escuela, incluso que muestre en ocasiones comida derrochada o tirada a la basura. Pero junto a estos problemas, deberíamos reconocerle su labor de promoción lingüística de términos en desuso como “repipi” -también de otros como “soporífero” o “coñazo”, pero esto, al ser términos de pleno uso, es menos encomiable-.
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