23/1/20

QUERIDOS SÚBDITOS


Abandono la crítica televisiva e ingreso en la familia real española. Esto no es capricho por ver en los telediarios la voluntad del príncipe Enrique y su esposa Megan de independizarse de la corona británica. Es consecuencia del reportaje que dedicó al Megxit “Audiencia abierta”, un maravilloso programa vintage que cada sábado La 1 canta las virtudes de nuestra familia real arropándola con noticias de otras familias reales. Es importante que los súbditos sepáis que no estamos solos, que hay más países coronados, todos con reyes glamurosos y sobradamente preparados para garantizar el bienestar del populacho.

“Audiencia abierta” muestra que la monarquía no es un sistema injusto que impone privilegios porque sí. El año pasado vimos cómo bastó que el rey Juan Carlos comunicara que abandonaba la actividad pública para que el sistema dejara de imponerle nada y le dejara hacer su real gana. Ahora basta que el príncipe Harry y señora comuniquen su deseo de abandonar la familia real británica, independizarse económicamente y alejarse de la corona para que así sea. La reina Isabel hizo una reunión en un palacio que tenía a mano —¿el de Sandringham?, pues ese—, con los príncipes Carlos y Enrique, tras lo que comunicó su real voluntad de aceptar sus voluntades reales: “Harry y Meghan han dejado claro que no quieren depender de fondos públicos en sus nuevas vidas…”, etc. No obstante, establece un período de transición en el que tienen que contentarse con que los ingresos públicos se les retiren gradualmente y deben vivir entre Canadá y Reino Unido.

Bien, pues yo también comunico mi voluntad. Quiero ingresar en la familia real española y depender económicamente de ella, para lo que aceptaré que el rey se reúna en algún palacio para hacer un comunicado en el que su voluntad acepte la mía. Y si establece un período de transición en el que he de contentarme con que los ingresos se me adjudiquen gradualmente y debo vivir entre mi casa y un palacio con servidumbre, lo acepto. Es mi voluntad. Se acabaron las imposiciones. Queridos súbditos, ¡viva la monarquía!

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