No, no es verdad que dos millones trescientos mil españoles usen diariamente el teletexto de las cadenas generalistas de televisión. Ni de coña. Esta semana este servicio ha sido noticia debido a que la BBC ha anunciado el fin de su sistema de teletexto. La noticia ha causado una conmoción similar a la que se produjo el año pasado cuando en Rusia se anunció el fin de los transportes de telegramas a caballo en medio de la estepa nevada. Y rápidamente la Asociación de Amigos del Teletexto y de Aquellas Maquinitas que se Enchufaban al Televisor para Jugar al Ping-Pong con Píxeles -el nombre es inventado, pero el dato que les voy a dar ahora es rigurosamente cierto- ha recordado que en España el teletexto sigue siendo un servicio muy demandado, usado por dos millones trescientos mil espectadores a diario.
A ver, no nos flipemos. Dos millones trescientos mil teletextibers no se alcanzan ni sumando todos los usuarios de este horror en cuatricromía desde Edison hasta nuestros días. Sólo el sistema numérico de acceso a sus páginas provocó más alcoholismo que el “Goles son amores” de Manolo Escobar. Entonces, ¿cómo se alcanza esa cifra millonaria? Muy sencillo: el error, el error humano, esa bendita variable que explica desde la aparición del reggaetón hasta la hemeroteca de Pedro Sánchez. Unos cuarenta millones de españoles presionando botones del mando unas cincuenta veces al día permiten esperar unos millones de errores por puritito azar y fallo psicomotor. El botón del teletexto suele estar al lado de botones muy usados. Se pulsa el botón por error; la pantalla se llena de píxeles rojos, azules, verdes y amarillos...
El espectador se siente protagonista de “Stranger things”, grita y apaga el televisor. Pero en el contador ya queda registrado un nuevo uso del teletexto. No puede hacer nada por impedirlo, y sólo le queda envidiar a los británicos que, a partir de esta semana, apretarán el botón por error sin ser transportados a la década de los ochenta.
1 comentario:
Lo sigo usando , aunque este
mismo, el de Tve , me toca los cojones
con su manera tan estupida de aturullarse .
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