Barcelona. Volvía el
clásico, y todas las teles miraban hacia allí. Tras cada reportaje en
la calle, volvía el clásico grito de “Prensa española, manipuladora”. Tras cada
conexión en la calle, volvieron los grupos que esperan el directo para para
boicotearlo con el clásico “Prensa española, manipuladora”. Tras cada
periodista que va a mostrar lo que sucede, volvía el clásico boicot con el injusto,
arbitrario y cansino grito de “Prensa española, manipuladora”.
Da igual que se
trate de una cadena pública o privada, de Mediaset o Atresmedia, de la Diada o
un partido de fútbol. El nuevo clásico solo busca que los espectadores no sepamos
qué manifiestan los manifestantes. En cuanto se enciende el piloto rojo de una
cámara de televisión aparecen unos tipos cuyo único objetivo es impedir que se
manifieste el reportero que iba allí a recoger qué decían los manifestantes, a
darles voz, a mostrar sus reivindicaciones. El nuevo clásico “Prensa española,
manipuladora” pretende someter la voluntad del reportero y sepultar su voz con
gritos, insultos y pancartas.
En estas
condiciones, es difícil trabajar en Cataluña con una cámara y un micrófono. Y
seguirlo por la tele también. No es agradable saber que para ver en casa lo que
pasa en la calle, unos reporteros aguantan zarandeos agresiones y mierdas de
burro. Pero no todos manifestantes son iguales, del mismo modo que ni toda la
prensa, ni todos los periodistas, ni todos los españoles somos iguales.
Bendita la
explicación que dio en “Todo es mentira” (Cuatro) la reportera Silvia Brasero, amenazada y golpeada durante
los disturbios: “Hay que diferenciar
entre independentistas, gente que ayer iba a manifestarse por la llamada de
Tsunami Democràtic, y además muchísimos con los que hablamos nos dijeron que
estaba en contra de la violencia. Pero había otros grupos, entre los que están
Lliris de Foc, que son mucho más radicales. Y luego estaban los antifascistas,
que se enfrentaron con los Boixos Nois que aparecieron allí”. Y bendita la
sencilla y enorme pregunta que antes le hizo Marta Flich: “¿Qué ocurrió?”.
Un clásico. Gracias a las dos.
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