I. Por las noches, tras la suave calidez de los atardeceres en el Pórtico pintado del ágora de Atenas, se ve con frecuencia pasear a Buster Keaton con Séneca. No es extraño que sean amigos, porque ambos comparten esa actitud radical de aceptación y compromiso, contemplación y acción, que les hace sobrevolar con serenidad y valentía la sucesión de infortunios que parece la vida a primera vista. La misma filosofía que funcionaba en el siglo I funciona en el siglo XX, y los dos se parten de risa cuando escuchan las noticias que cuentan que el estoicismo se ha vuelto a poner de moda en el siglo XXI y abarrota las estanterías de las secciones de autoayuda de las librerías.
II. No seré yo quien desaconseje la lectura de Séneca. Pero quizá ésta se entienda mejor si cuenta con la introducción que supone “El gran Buster”, el documental de Peter Bogdanovich, que acaba de llegar a Movistar+, sobre la figura del genial cómico norteamericano de los años veinte. Una inesperada identidad se tiende entre la filosofía de Buster, perfectamente practicada en su rostro, y la del tutor de Nerón. Séneca encontraría pocas metáforas de la vida más precisas que la secuencia del huracán en “El héroe del río”. Alguna de las “Cartas a Lucilio”, por ejemplo, las referidas a la valentía del sabio, podría ser sustituida por la reacción final de Keaton en “El boxeador”. Aceptar que vamos sentados sobre el manillar de una moto sin conductor, como en la in-cre-í-ble secuencia de “El moderno Sherlock Holmes”, eso es el estoicismo.
III. “No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”, le recuerda Séneca a Buster, caminando lentamente por la Estoa. Buster, entonces, se siente profundamente afortunado. Sabe que, más importante que encajar justo en la ventana central de una fachada cuando ésta se te cae encima, es poder mantener la distancia para actuar con sabiduría ante el próximo derrumbe.
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