Un debate político
en el que todos los participantes de los principales partidos son varones es
una vergüenza, pero un debate en el que todos los participantes de los
principales partidos son mujeres es una vergüenza mayor.
El lunes la
Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión reunió a cinco candidatos. Resultó
revelador y a la vez descorazonador comprobara que todos eran varones. Ver el
viernes en laSexta a los mismos partidos representados por cinco mujeres podría
parecer una forma de hacer justicia, de igualar la balanza, de empatar. Pero
ese espejismo desaparece si se entra en detalles. Y el demonio está en los
detalles.
Los varones eran
los titulares, los protagonistas, jugaron en primera división, concitaron toda
la atención mediática. Su debate fue multidifundido en varias cadenas. Las
mujeres eran las suplentes, las secundarias, jugaron en segunda división,
recibieron menos atención mediática. Su debate fue emitido por la segunda
cadena de Atresmedia. No, no estamos empatados. Que antes del encuentro del
viernes, Iñaki Gabilondo y la
moderadora Ana Pastor plantearan la
posibilidad de que este debate con mujeres pudiera ser mejor o siquiera
diferente al realizado por hombres empeora las cosas, pues solo subraya una
tesis intrínsecamente machista: que las mujeres y los hombres, por el hecho
biológico de serlo, somos diferentes en asuntos sociales, políticos o
culturales. Y eso que las cosas ya habían quedado rematadamente mal después del
debate del lunes, cuando Jiménez Losantos
insultó y humilló públicamente a la moderadora Ana Blanco por atreverse a señalar que, digan lo que digan sobre el
hermoso nuevo traje de igualdad del emperador, sigue desnudo: “Me van a permitir que haga una referencia a
la foto de este debate, con cinco candidatos y ninguna mujer presente...
Supongo que hablarán de la paridad, pero en cualquier caso en este momento no
es una foto de igualdad”. Ay, Margarita
Salas, cuánto necesitamos más personas como tú y cuánto te echamos ya de
menos.
La igualdad no es
que detrás de un varón haya una mujer. Va mucho más allá de ver a Teresa Panza sustituyendo a Sancho como fiel escudero.
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