El éxito viral del vídeo
manipulado de “El Equipo E, con ‘E’ de ‘España’”, en el que los líderes que
concurrieron a las pasadas elecciones forman “El Equipo A” en versión cañí, demuestra
tres cosas: una, que tenemos ganas de cachondeo; dos, que si queremos buscar un
referente audiovisual compartido por todos hay que ir a los viejos años de aquella
tele hoy sepultada por la fragmentación de pantallas y audiencias; y tres, que “El
intermedio” es más necesario que nunca.
Con su “Ya
conocen las noticias. Ahora, les contaremos la verdad”, Wyoming recuerda
que ni las noticias son siempre verdad, ni la verdad llega siempre a ser noticia.
Es una valiosa advertencia que, no obstante, va quedando obsoleta porque los
telediarios dependen cada vez más de lo que muestran y ocultan, y cada vez menos
de lo que cuentan y callan. En efecto, cada día conocemos menos las noticias
por lo que la tele cuenta y más por los vídeos que muestra. Y ante las imágenes
estamos más indefensos, porque creemos lo que vemos más que lo que nos dicen. O
sea, que si le pillan donde no debe, no lo intente con aquello de “¿A quién
va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”: no funciona.
Igual que la frase
inicial de Wyoming nos vuelve más escépticos con las palabras que nos cuentan, los
vídeos manipulados de “El intermedio” podían lograr lo mismo con las imágenes que
nos muestran, pero no. Aun siendo ingeniosos y divertidos, salta a la vista que
sus vídeos manipulados son falsos, así que no nos obligan a mirar dos veces. Y
el escéptico es, desde su misma etimología, aquel que no se conforma con mirar
una vez, sino que mira, remira y lo examina todo detenidamente. Por suerte, el
programa ya incorporó la poderosa tecnología digital con la que se hizo el
vídeo de “El Equipo E”, y así pudimos ver a Wyoming y Dani Mateo
transmutarse en varios personajes políticos, con un resultado pasmoso. Seguramente,
pasada la novedad y superada la sorpresa inicial, el truco perderá gracia, pero
no por eso deben abandonarlo. Necesitamos más y más vídeos falsos que nos
obliguen a mirar y remirar las imágenes con tanta desconfianza como ya lo
hacemos con las palabras.
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