16/10/19

SINFONÍA KIPCHOGE


El pasado sábado, el atleta keniano Eliud Kipchoge corrió un maratón en menos de dos horas. Si han alucinado con las imágenes de esta hazaña descomunal, quizás les haya sorprendido ver a siete atletas vestidos de negro acompañando a Kipchoge, cinco de ellos delante de él colocados en forma de V y dos cerrando el grupo. Por delante, un coche marcaba el ritmo con un láser verde. Y, muy cerca, varios ciclistas proporcionaban avituallamiento y confirmaban que el ritmo de la carrera era el adecuado. La carretera era completamente llana, y la temperatura perfecta. Bah. Beethoven dedicó su Sinfonía nº 3 “Heroica” a Napoleón Bonaparte, pero se decepcionó tras la autocoronación de Napoleón y el compositor le retiró su homenaje. ¿Debemos también retirar nuestro homenaje a Kipchoge porque, del mismo modo que para Beethoven el emperador Napoleón traicionó los ideales de la revolución francesa y se convirtió en un tirano más, el atleta keniano ha traicionado la mística del deporte convirtiéndose en un producto más de laboratorio que bate un récord con ayudas externas y el patrocinio de un multimillonario propietario de una empresa petroquímica? Como diría Fernando Fernán Gómez: ¡a la mierda!

Decía Platón que cuando no hay saber, no hay arte. Por eso Platón distingue entre la poesía surgida del irracional arrebato inspirado por las Musas, de la poesía artesanal parida con esfuerzo y técnica por un escritor competente. De acuerdo, sería estupendo que Kipchoge hubiera batido el récord de maratón en unos Juegos Olímpicos después de una carrera llena de incidencias, en plena tormenta, con el rostro desencajado y gracias a un esprint inspirado. No fue así. La marca de Kipchoge no será homologada como récord del mundo, pero es un prodigio de artesanía, técnica y oficio. No podemos ver a un ser humano correr 42,195 kilómetros en 1 hora, 59 minutos y 40 segundos y despacharlo con un “¡Bah!, lo hizo con ayuda”. Kipchoge corrió cada 100 metros en 17,08 segundos de media, y su ritmo fue de 21 kilómetros por hora. Cuando faltaban 500 metros para la meta, Kipchoge corrió solo, esprintó y llegó sonriendo. Todo eso también es poesía. Y música. Si Beethoven hubiera visto la carrera de Kipchoge, su Sinfonía nº 3 estaría dedicada al primer hombre que corrió un maratón en menos de dos horas.

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