23/10/19

NEW PROVIDENCIA


Nunca vean una serie de médicos con un profesional de la medicina a su lado con permanente cara de haber comido almendras amargas y chasqueando la lengua cuarenta y siete veces por minuto. ¿”Anatomía de Grey”? Una chorrada extraterrestre. ¿”Urgencias”? Ya, claro, con George Clooney cualquiera, y además en el capítulo 27 confunden una gaspitronchundatonitis carlopídica con una lipmunistratisis aristofóndrica. Intolerable. ¿”House”? Siempre lo mismo: un borde que se cree un genio y se pasa la vida equivocándose. ¿”MIR”? No es así. ¿”The Good Doctor”? Aburrida. ¿”The Resident”? Lo de siempre. ¿The Knick”? Efectista. ¿”Diagnóstico: asesinato”? Por favor. ¿”Médico de familia?” Por favor. ¿”Doctor Mateo”? Por favor. ¿”Doctor en Alaska”? Por favor… ¡Eh! Cuidado. “Doctor en Alaska” no es una serie “de médicos” ni de nada. Es “Doctor en Alaska”. Punto. 

¿”New Amsterdam”? El profesional de la medicina con cara de devorador de almendras amargas que está sentado a nuestro lado se echará las manos a la cabeza cada vez que ve al doctor Max Goodwin resolviendo todo tipo de problemas con su cara de niño bueno. Max es el Director Médico del hospital New Amsterdam (inspirado en el Bellevue, el hospital público más antiguo de Estados Unidos) y un hombre con nuevas ideas, muchas ganas de cambiar las cosas y un cáncer. De acuerdo, “New Amsterdam” (Antena 3) puede ser un pelín sentimentaloide, previsible, ingenua, buenrollista y, sobre todo, está protagonizada por un risueño anti-House que lucha contra la burocracia y la falta de fondos con un entusiasmo tan inasequible al desaliento como el de Luis Suárez en su constante busca del gol. Pero “New Amsterdam” deja buen cuerpo porque, ya saben, a veces está bien irse a dormir pensando que, cuando haga falta, siempre tendremos un doctor Max Goodwin al otro lado de la cama de hospital como Ilsa y Rick siempre tendrán París o el rugby siempre tendrá a la selección de Nueva Zelanda. Y, sobre todo, Max Goodwin es un tipo que sostiene ante quien haga falta que los médicos de su hospital son mejores que la Providencia. Insuperable. Así es la sanidad pública, incluso la de los Estados Unidos de Donald Trump: mejor que la Providencia (aunque más cara) y, además, existe.

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