“Te voy a poner en situación porque no te
estás enterando. Cállate un momentito, déjame hablar a mí. Siempre hemos dicho
que los ‘celebrities’ nunca recibiréis un trato singular por el mero hecho de
ser ‘celebrities’. No me interesa absolutamente nada de lo que me tengas que
contar. No hay idea, no hay motivación alguna en este plato. Esto es una ofensa
terrible a mi oficio. Pero terrible. Llevo tres pruebas mirándote, y comer en
una cocina está muy mal visto y lo haces, reírte cuando no toca tampoco me
gusta, pero que vengas y hagas esto... Sigue así y te prometo que, como yo me
llamo Jordi Cruz, hoy te vas”.
A ver cómo te lo
digo que no te enfades, Jordi Cruz. Como
eres cocinero y estás muy contento de serlo, te lo diré así: hartitos nos
tienes. Estamos empachados de tanto reality
show, ahítos de programas de cocina insensatos que se olvidan de que
deberían limitarse a ser sensatos programas de cocina, empachados de jurados con
afán de protagonismo que se aúpan por encima de los demás, atiborrados de los
que creen que su programa tontorrón para pasar el rato sin mayores pretensiones
son la cima de la civilización occidental, repletos de quisquillosos susceptibles
que se toman cualquier gesto como una ofensa personal. Y, malas noticias,
Jordi, tú no solo figuras como ingrediente en todos esos platos que nos tienen
hartos, es que encima repites.
Verás, Jordi, el
que no se está enterando eres tú. Claro que en “MasterChef Celebrity” los
famosos reciben un trato especial por ser famosos. De hecho, están ahí por eso:
por el dinero fácil. No van ahí por cocinar pasta, van ahí a cocinar por la
pasta. Prueba a ponerlos a bailar o a tirarse de un trampolín y verás qué
sorpresa. Lo que interesa a Vicky Martín
Berrocal, a quien echaste el sermón, es el diseño, la ropa, no lo que tú le
digas de cocina. No está cometiendo una ofensa terrible a tu oficio,
simplemente su rollo es otro. No tiene nada contra ti. No eres tan importante. De
verdad, Jordi, no te enfades. No es nada personal, solo negocios.
En su plato Vicky había puesto un abanico abierto, que daba ganas de tirar la comida a la basura, eso es lo que enfadó y con razón a Jordi.
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