Ya podemos salir en
la tele. Estamos en condiciones de que nos entrevisten para el “Telediario”. Preparados
para ser famosos durante un instante. No hay que arreglarse para la ocasión
porque tiene que ser un encuentro casual en el portal de casa. El periodista
nos preguntará si conocíamos a Santiago
Abascal y podremos decir que sí, que lo habíamos visto en “El Hormiguero” y
era una persona amable y normal. No le notamos nada raro, cualquiera podría
cruzárselo por las escaleras y nadie sospecharía nada. Qué bien que ya podemos
mirar a la cámara con gesto de desconcierto explicando que era tan correcto,
tan educado, tan normal.
Tranquiliza pensar
que los malos son feos, sucios y siempre mienten, mientras que los buenos son
guapos, limpios y cuando hablan resplandece la verdad. Pero eso solo pasa en esos
cuentos infantiles que hay tanto para niños como para adultos. Para conocer a
alguien hay que ir más allá de su aspecto, más de sus palabras cuando está
intentando caernos bien, de sus gestos de cara a la galería. Quedarse ahí nos llevaría
a extraños dilemas: ¿votar a Revilluca,
tan majo con sus anchoas; o a Abascal, tan majo con su aceite?
Así que Pablo Motos no tenía por qué estar
nervioso por el boicot con el que le amenazaban las redes por blanquear a
Abascal. Forma parte de las libertades democráticas dejar que te conteste lo
que le dé la gana el invitado que tú elijas porque te da la gana aunque no sea
un entusiasta de las libertades democráticas. También promocionar tu programa
mientras otros prefieren boicotearlo. En las anteriores elecciones, la madre de
Abascal solo permitió ir a su hijo al programa de Bertín Osborne, menuda asesora. Ahora ya le deja ir al programa de
Motos a “hacer el ridículo”, qué
mujer. No se trata de “blanquear” a nadie, sino de normalizar lo que hay.
Gracias a esto podemos hoy recordar que ni siempre los buenos son guapos, ni
los malos son feos. Pero, sobre todo, podemos salir en la tele diciendo que
Abascal parecía una persona amable, educada y normal. Como ese vecino normal
que nos cruzamos en el portal cuando vamos a casa un jueves por la noche a ver
“El Hormiguero”.
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