Mientras Maruja Torres siga disparando a diestro y siniestro sus granadas de lucidez, experiencia y mala hostia, las cosas no estarán perdidas del todo. Navegaremos entre las cadenas televisivas como una pequeña barquita a través de una niebla inexplicablemente densa. Encontraremos sólo confusión, palabras huecas y falta de imaginación. Cada día es un laberinto plagado de neofranquistas, tardotriunfitos y culebrones turcos. Cada noche, un intento vano por esquivar “La Voz Neonatos” o “Esta es mi casa y no la tuya, puto inmigrante”, -venga, Bertín, demuestra que no perteneces a la derechita cobarde y atrévete a hacer uno de tus espacios en la casa de Maruja Torres-. Parecerá que no hay solución, que ya todo se echó a perder. Pero mientras podamos ver a la mejor periodista de la historia de España destilar en directo un hilo luminoso de sensatez nada moderada dos veces al mes en “Late Motiv” (#Cero, Movistar+) ante un encantado Andréu Buenafuente, sabremos que las cosas todavía tienen remedio.
Ahora no es el momento de preguntarse si un país como el nuestro se merece o no a Maruja Torres. Probablemente no merezcamos algo tan bueno. Y con seguridad Maruja no se merece que todos los medios españoles no estén adorando a una de las poquísimas profesionales que jamás se ha plegado a ningún interés que no fuera el de hacer buen periodismo. Sea como fuera, ahora es el momento de aprovecharla todo lo que podamos. Se avecina la sentencia del procés, el brexit, unas nuevas elecciones, una nueva crisis económica, el final de “Gran Hermano VIP”, -venga, Jorge Javier, ¿por qué no metéis a Maruja Torres en uno de vuestros realities para comprobar lo que una mujer sabia y valiente de verdad hace con vuestros programas?-, y vamos a tener que recurrir farmacológicamente a “Late Motiv” si queremos mantener un poco de cordura. Mientras Maruja Torres siga atreviéndose a pensar en voz alta, en libertad y con las luces largas puestas, sabremos que todavía, aunque parezca imposible, hay motivos para la esperanza.