Ustedes
disfruten de agosto si quieren, pero les aviso de que Susanna Griso y Ana Rosa
Quintana ya están calentando en la banda. En septiembre volverán y contarán,
un año más, que lo que toda la vida de Dios fue estar como si nos llevaran los
demonios porque se acababan las vacaciones ahora se llama síndrome postvacacional
y da para media hora de tertulia. Este moderno mal tiene la ventaja de que dura
tan poco como el bronceado, y la desventaja de que quienes nos olemos la tostada
desde lejos ya estamos a finales de agosto de mal café viéndolas venir. El día que
los magacines matinales necesiten rellenar otra media hora, dirán que de mal
café nada y bautizarán este mal como síndrome prepostvacacional.
Pero les llevo
ventaja. Ya a principios de verano —mucho antes de los nuevos síntomas de
irritabilidad, ansiedad y ganas de que las vacaciones sean eternas que
caracterizarán el síndrome prepostvacacional como antesala de la habitual irritabilidad,
ansiedad y ganas de que las vacaciones sean eternas que ya caracterizan el
síndrome postvacacional— sufrí unos prematuros síntomas de irritabilidad,
ansiedad y ganas de que las vacaciones sean eternas que podrían parecer simple
mal humor, pero que sería más mediático llamar síndrome preprepostvacacional. Este
inesperado síndrome comenzó el día en que Màxim
Huerta estrenó en La 1 su programa matinal “A partir de hoy” y estaba
causado por el temor de que el magacín veraniego se convirtiera en fijo en
septiembre.
Pues tenemos
malas noticias. TVE acaba de comunicar que, como sospechábamos, Huerta renueva
y desde septiembre competiría por el trono de las mañanas con Griso y Quintana,
su exjefa. Nada más saber la noticia, remitieron los anteriores síntomas del
síndrome anteprepostvacacional y comencé a experimentar los del síndrome
postanteprepostvacacional. Adivinen cuáles son, que, aunque estoy de un humor
de perros, a mí me da la risa decirlos.
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