El problema del nombramiento de Pedro García Aguado como Director General de Juventud de la Comunidad de Madrid no es que el conocido waterpolista haya conducido durante varios años un reality show llamado “Hermano mayor” dedicado a la intervención sobre adolescentes conflictivos. El verdadero problema es que la conducción de tal reality show es lo único que ha hecho hasta la fecha Pedro García Aguado para justificar la obtención de un puesto dotado con un sueldo público de casi cien mil euros anuales relacionado con las políticas de juventud.
“Hermano mayor”, a diferencia del muy defendible “Supernanny”, fue un muy discutible espacio en donde alguien sin ninguna formación intervenía como buenamente se le ocurría sobre la marcha, -a veces de forma sensata, a veces de forma televisivamente sensacionalista e incluso contraproducente- ante graves problemas de conducta juvenil que con frecuencia llegaban al maltrato, simplemente porque se partía del axioma de que el ahora Director General tenía un don mágico para hacerlo. No había evaluación previa. No había planificación de la intervención. No había seguimiento. Ningún control científico. Ningún rigor. Es obvio que un reality show, como mero espectáculo televisivo que es, no está obligado a cumplir con los criterios científicos rigurosos de las profesiones reales que se parodian en tales programas de televisión. Pero entonces, también es obvio, sus responsables no pueden blandir ese mérito como prueba de ninguna competencia seria y profesional en dichos ámbitos de intervención.
¿Seguirá su trabajo las mismas líneas de sensacionalismo, falta de rigor y adherencia a la retórica de un coach barato -perdón por la redundancia- que caracterizan al único punto de su currículo? ¿Se abrirá la veda para saltar de la televisión a la política y veremos a Josep Pedrerol nombrado ministro de Deportes, o a Michael Knight como director general de Tráfico? ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Maxim Huerta, ministro de Cultura?
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