Hombre, Profesor, con lo inteligente que es usted para elaborar planes criminales... Entiende a la perfección la psicología de los delitos, cómo van a reaccionar las víctimas de sus robos, se adelanta siempre a las acciones de la policía. ¡Y no ha tenido en cuenta la enorme importancia del factor sorpresa al escribir los guiones de la tercera temporada de “La casa de papel”! Seguimos con pasión las dos primeras temporadas por lo divertido de la propuesta y la alta afinación de las tramas, es verdad. También, por el inteligente uso del suspense y el reparto tan ferozmente cercano al cómic. Pero todo eso se potenciaba mediante un factor sorpresa que multiplicaba por diez todas las virtudes anteriores.
Ahora Nairobi sigue siendo el maravilloso personaje que era antes, pero eso ya no nos sorprende. Ni las caretas y los monos rojos. Los interiores del Banco de España recuerdan a los de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Los angustiosos finales de cada capítulo, los errores de Dénver, el sagaz uso de los rehenes para crear confusión. Todo lo que nos entusiasmó en las temporadas anteriores ahora simplemente nos gusta. Hasta usted, Profesor, con esa calma salpicada de crisis de pánico cada vez que algo se tuerce en su prodigioso plan. Todo acusa la falta del factor sorpresa, por mucho que Najwa Nimri haga lo que pueda por compensarlo.
Le auguro éxito a su nuevo plan, que, a estas alturas de su banda criminal, alcanza ya nivel internacional. La serie sigue siendo deliciosa, divertida y defiende a golpe de videoclip su inaudita inverosimilitud. Pero todo delincuente necesita sorprender a sus espectadores para ganar unos segundos de suspensión de toda crítica, y ya no contáis con ellos. Ya lo hemos visto, todo se usa por segunda vez, nos hemos acostumbrado a Tokyo. Seguro que Berlín, querido profesor, no hubiera cometido este error. O, de cometerlo, seguramente se hubiera limitado a reciclar el “Bella Ciao”.
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