Me cae usted bien,
así que le regalaré una certeza: el humor bien entendido empieza por uno mismo.
Hay otras versiones, como que la caridad, generosidad, cortesía o solidaridad
bien entendidas comienzan por uno mismo. No las crea. Son tesis individualistas
y autocomplacientes tan falsas, (porque hacen trampa retorciendo las palabras hasta
cambiar su significado) como peligrosas (no me detengo, pero si quiere saber
más, consulte cualquiera de las obras de usar y tirar que publica el filósofo Donald Trump en Twitter).
Cuando
desembarcó en España “El club de la comedia”, parecía que ese programa era el mejor
ejemplo de que el humor bien entendido empieza por uno mismo. El primer
mandamiento de un monologuista para conectar con el público es tomarse a sí
mismo como ejemplo de individuo patético y perdedor, es sufrir los golpes y
dardos de la insultante fortuna con la misma sonrisa con la que sufre los
dardos y golpes que él se lanza a sí mismo. Hasta que llegó el ‘roast’ a Comedy Central. Allí comprobamos
que los participantes en “El roast de…” primero, y en “Roast battle” después, estaban
dispuestos a someterse al escarnio público por la buena causa de echarse unas
risas. Ese humor bien entendido parecía insuperable.
Hasta que llegó
“El cielo puede esperar” a #0 de Movistar+. Que haya personas con tan gran
sentido del humor que están dispuestas a asistir a su propio funeral para ver desde
el limbo cómo los despellejan sus seres queridos nos reconcilia con la especie humana.
Tenemos que soportar que se denuncie a quien bromea simulando sonarse con una
bandera, y que se condene a quien hace un cartel humorístico con Ortega Cano, pero si Ana Belén se muere de risa ante la crueldad
de que en su velatorio Víctor Manuel
diga, cuando le preguntan por las próximas giras, “Ya he hablado con Rosalía”,
Wyoming espete que “Desafinaba como una perra”, y Edu Galán sentencie “Se nos ha ido la musa de la transición, la
niña prodigio, la sonrisa del PC, y mírala, mírala, ahora la muerta de Alcalá”,
entonces, amigo, disponemos de una nueva certeza: que no todo está perdido y aún
queda sitio para la esperanza.
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