Cuentan que Polemón, que fue director de la Academia de Platón, permanecía totalmente inconmovible en los espectáculos teatrales, una conducta tan incomprensible para un griego como beber vino sin mezclar con agua. La impasibilidad de Polemón era tan extraordinaria que cuando el famoso actor Nicóstrato, a quien apodaban “Clitemnestra” (el teatro griego está lleno de fascinantes personajes femeninos, pero eran interpretados por hombres), leyó de forma conmovedora el texto de un poeta, no dio muestras de haber oído nada. Me pregunto si Polemón mantendría hoy su careto impasible y su pose indiferente ante el espectáculo que ofrecen tantas y tantas series televisivas que bucean en la naturaleza humana como los bajau se sumergen en las aguas de las Filipinas, Malasia e Indonesia para pescar a más de sesenta metros de profundidad. ¿Podría Polemón poner cara de Buster Keaton mientras ve un capítulo de “Black Mirror” o la brutal primera temporada de “Fargo”? ¿Sería capaz Polemón de hacer como que no ha oído nada después de escuchar los monólogos de Rust Cohle en “True Detective” o las sentencias de Tyrion Lannister en “Juego de tronos”? Vale, concedamos que Polemón es inmune al magnetismo de Clitemnestra y de Tyrion. ¿Qué podemos hacer? Solo se me ocurre convertir a Polemón en un astronauta.
A veces, alejarse es la única forma de entender lo que tenemos más cerca. En “Nuestro planeta” (La 2), la serie documental presentada por el actor Will Smith, el astronauta Mike Massimino (a quien recordarán por su divertidísima intervención en varios capítulos de “Big Bang”) dice que lloró de emoción cuando contempló el espectáculo del planeta Tierra desde el espacio. Creo que Polemón en el espacio también lloraría y entendería el valor de Clitemnestra y de todos los grandes personajes paridos por el genio humano. Y, del mismo modo que un Polemón astronauta entendería unas cuantas cosas, todos esos megaultranacionalistas acostumbrados a emocionarse, llorar y conmoverse con el espectáculo que ofrece su accidental lugar de origen entenderían muchas cosas si pudieran admirar el planeta Tierra como lo contempló Massimino en su paseo espacial. El programa Erasmus es una de las grandes ideas de la Unión Europea, y yo propongo un programa Massimino para enviar al espacio a los que, como Polemón con el teatro, son incapaces de conmoverse con el ser humano, ese ser que desde el espacio vive en un planeta sin fronteras. Por mucho que cueste, el programa Massimino sería barato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario