El escritor argentino Jorge Luis Borges decía que haber sabido y olvidado latín es una posesión, porque el olvido es una de las formas de la memoria. Sin embargo, hay olvidos que se convierten en memoria sin necesidad de haber sido antes una posesión. Hemos olvidado la verdadera historia de Pocahontas y John Smith porque nunca la hemos sabido, y por eso todos recordamos la tierna historia de amor entre la nativa norteamericana Pocahontas (que ni siquiera se llamaba así) y el aventurero inglés John Smith. No poseemos la verdad histórica de estos personajes por haberla aprendido en la escuela y luego olvidado junto con las declinaciones del latín, sino que la recordamos cada vez que vemos en Canal Disney la película “Pocahontas”. No solo el cine modela la historia como Pigmalión modeló la estatua de Galatea, sino que los espectadores nos enamoramos de los personajes históricos modelados por el cine como Pigmalión se enamoró de su Galatea. El dios Hades tiene el pelo azul porque así lo quiso Disney, y todos los piratas se parecen a Johnny Depp.
Un episodio de “Cuarto Milenio” puede destruir en una noche el trabajo de todo un año de los profesores de física (o de historia, o de biología, o de lo que sea) en los institutos, pero el cine muchas veces no destruye nada porque es imposible destruir lo que nunca se construyó. En “La imagen de la presencia de España en América (1492-1898) en el cine británico y estadounidense”, el militar e historiador Esteban Vicente Boisseau explica cómo la leyenda negra ha encontrado su refugio ideal en el cine, de forma que la tergiversación por motivos geopolíticos de gran parte de la historia de España se ha convertido en memoria colectiva sin necesidad de que haya sido primero conocida y luego olvidada. Una película no es un documental, y el cine no es el brazo popular de la Academia, pero es importante saber que cuando vemos “1492: la conquista del Paraíso” un domingo por la tarde en realidad estamos pasando el rato con historias que tienen poco que ver con el reino de Castilla. Es posible disfrutar con la película “Gladiator” y sufrir con la muerte de Marco Aurelio, pero conviene que sepamos que el emperador no murió asesinado por su hijo Cómodo. No pasa nada por olvidar el latín, si previamente se ha aprendido. Ese olvido es una forma memoria. Otra cosa es recordar lo que nunca hemos aprendido y que no nos dejan olvidar.
excelente!! 😍
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