No había pasado nada y, entonces, ocurrió todo. En menos de treinta segundos, una mano de Sissoko dentro del área puso fin a un partido que todos los aficionados esperábamos con la emoción del que sabe que esa noche puede ser una gran noche. Pero no fue una gran noche de fútbol. La final de la Liga de Campeones entre el Tottenham y el Liverpool duró un poquito más que una carrera de 100 metros lisos en los Juegos Olímpicos, un poquito menos que un juego en un partido de tenis entre Federer y Broncano, y más o menos lo mismo que tarda Paulo Coelho en parir diez o doce frases con las que adornar las tazas del desayuno. Con el partido acabado a los treinta segundos, hubo tiempo para fijarse en los detalles (Salah tenía cuentas pendientes consigo mismo) y disfrutar con los comentarios de Michael Robinson y Jorge Valdano.
En el descanso del partido, Valdano dijo que la primera parte había sido como una de esas películas de arte y ensayo de los años 70 del pasado siglo porque no había entendido nada. Es decir, la primera parte del partido Tottenham-Liverpool fue al fútbol lo que “Teorema”, la película de Pasolini, es al cine. Los patadones a la buena de Dios del Tottenham son los “Gritos y susurros” de Ingmar Berman. Los incomprensibles fallos en los pases de los futbolistas del Liverpool nos devolvieron a la puñetera “Muerte en Venecia” de Visconti, la intrascendencia de Kane a las pelis de Konchalovski y el no-ser de Firmino a Luis Buñuel. Y todo así. Es imposible entender cómo dos equipos que habían deslumbrado en semifinales eliminado al Barça y al Ajax se empeñaban en jugar al fútbol como si fueran personajes de una película de Bergman. El fútbol no es una película de arte y ensayo, y el Metropolitano no es la Filmoteca. Pero los patadones en una final de la Liga de Campeones son como los diálogos de “Teorema”, y los cabezazos a la pelota sin más objetivo que alejar de la portería ese objeto redondo pueden irritar tanto como ver “Solaris”, la película de ciencia-ficción de Tarkovsky, cuando lo que uno quiere es pasar el rato con Han Solo y la princesa Leia.
La final de la Liga de Campeones entre los chicos de Klopp y los de Pochettino fue una película de Pasolini que solo entendieron los que no soportan el fútbol. Una película, eso sí, de menos de treinta segundos. Suficiente. Ver a Pasolini pegar patadones en el Metropolitano es demasiado arte y ensayo para un simple futbolero.
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