2/6/19

LAS EDADES DE LA MUJER


Una de las cosas que más admiro de Concha Velasco es su capacidad para haber sido una mujer de veinte años cuando tenía veinte años, cincuenta años cuando tenía cincuenta años y ochenta años ahora que tiene ochenta años, -bueno, setenta y nueve y medio, ustedes me disculparán-. Algo tan obvio no sería digno de ser destacado si Concha Velasco no trabajara en un gremio que se empeña en tener veinte años cuando se tiene veinte años, veinte años cuando se tiene cincuenta años y veinte años cuando se tiene ochenta años -bueno, en este último caso quizá treinta, salvo Mick Jagger, que se empeña en tener quince-. El momento más hermoso de esta semana fue la hora entera que “Late Motiv” dedicó a hacer un homenaje –“mujeraje”, según los consejos de los guardianes de la galaxia y el lenguaje inclusivo- a la mejor actriz de su generación. El cariño mutuo, de Andreu Buenafuente y todo “Late Motiv” hacia Concha y de Concha hacia Andreu Buenafuente y todo “Late Motiv”, se palpaba en cada detalle del plató, en las réplicas de “Las chicas de la Cruz Roja” o “Santa Teresa de Jesús”, en cada invitado que reconocía el magisterio de esa actriz que se emocionaba ante el repaso de su vida artística. Qué rápido ha pasado el tiempo...

Conocerán ustedes “Las edades del hombre”, esas bellísimas exposiciones que anualmente se organizan en diversos puntos de Castilla y León sobre arte religioso. No sabemos si la fundación patrocinadora está valorando adoptar a partir de ahora el nuevo nombre de “Las edades del hombre y la mujer”, pero, si lo hiciera, su primera exposición podría girar alrededor de Concha Velasco, y el “Late Motiv” del pasado jueves debería emitirse en bucle en alguna sala de la instalación. Fue una joven con talento, honradez y enamorada del teatro. Después fue una mujer con talento, honradez y enamorada del teatro. Y ahora es una anciana con talento, honradez y enamorada del teatro. En las personas hay variables y constantes. Y nunca -ni siquiera hoy en día y mira que lo tendría fácil- quiso vivir del cuento ni aprovecharse de nada que no fuera fruto de su excelente trabajo. A sus pies, maestra.

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