Puede que Chicho Ibáñez Serrador no esté muerto, sino que permanece escondido detrás de su sillón para ver lo que decimos de él, tal y como hizo el inolvidable Tom Sawyer. Pero esa broma final, que habría sido digna de Chicho, no es una broma. El tipo que a muchos nos impidió dormir en sus “Historias para no dormir” (el que avisa no es traidor) ha muerto y ningún telediario ha sido capaz de expresar la grandiosa tristeza de este hecho. Chicho ha muerto y, sin saber muy bien por qué, me acordé de Octavio en “Cleopatra”, la maravillosa película de Joseph L. Mankiewicz.
Al enterarse del suicidio de Marco Antonio, Octavio reacciona con una mezcla de incredulidad y horror ante un suceso que no esperaba: “La sopa está caliente... La sopa está fría... Antonio está muerto.... Antonio está vivo”. ¿Cómo es posible que alguien pueda referirse a la muerte de Antonio con la misma tranquilidad con la que se dice que la sopa está caliente o está fría, se pregunta un perplejo Octavio? Antonio ha muerto. Es un acontecimiento descomunal, grandioso, gigantesco. Por eso Octavio se enfada con el mensajero, por referirse a la muerte del gran Marco Antonio con el mismo tono que emplearía para decir que la sopa está fría. Y, quien dice Marco Antonio, dice Chicho Ibáñez Serrador. Chicho está muerto. La sopa está fría. No importan los homenajes, no importa el hermoso “Imprescindibles” que le dedicó TVE, no importan los testimonios de todos los que reconocen que Chicho les cambió la vida tanto como la escena de la ducha de “Psicosis” puede cambiar los hábitos en el cuarto de baño, no importa que las palabras se peguen a la garganta cuando los que vivimos la gran época del concurso “Un, dos, tres… responda otra vez” intentamos explicar el sentido de aquellos viernes televisivos. Nada importa, porque todo lo que digamos es como decir que la sopa está fría o la sopa está caliente.
De acuerdo, Chicho es de esos que mueren pero que no mueren, porque dentro de un par de días todos olvidaremos que ha muerto y nos alegraremos cuando le veamos aparecer caminando como si fuera un Tom Sawyer con barba. Pero ahora, tan en caliente como la sopa caliente, la muerte de Chicho nos ha dejado tan fríos como la sopa fría y tan perplejos como Octavio cuando se enteró de la muerte de Antonio. Chicho está muerto y, la verdad, yo ya tengo ganas de que sea mañana para olvidarme de la dichosa sopa y poder abrazar a Tom Sawyer.
1 comentario:
primero Iñigo...ahora Chicho... ay de mi...
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