9/5/19

GRACIAS, ÍÑIGO

Hace un año que murió José María Íñigo. Es la única manera de entender que un gigante de la televisión como él lleve tanto tiempo alejado de la pantalla. Encender la tele y saber que uno no se lo va a encontrar en algún programa, da igual cuál, se hace raro. Íñigo y la tele llevaban tantos años juntos —cincuenta—, que muy pocas personas pueden decir que cuando despertaron a la tele él todavía no estaba allí. Yo no soy una de ellas, y seguramente usted tampoco.

Un año sin uno de los más grandes personajes de la historia de la televisión en España y no se le ha hecho el homenaje televisivo que se merece. Se lo podían haber hecho tanto en Atresmedia como en Mediaset, porque lo anduvo todo, pero lo grave es que no se lo hayan hecho en TVE, donde presentó varios de los más exitosos programas de la casa, y protagonizó el que seguramente es y será para siempre la retransmisión más vista, más impactante y más recordada de nuestra historia: la visita de Uri Doblacucharas Arreglarrelojes Geller a “Directísimo” en 1975. Lo que en EE.UU. fue la retransmisión radiofónica de “La guerra de los mundos” de Orson Welles, lo fue en España aquella entrevista de Íñigo. La ventanita que le dedicó el “Telediario” en el aniversario de su muerte fue un detalle cariñoso, pero insuficiente. Hablaba de sus primeros años, en aquella España tan antigua que presentarse como moderno era avanzado y rompedor. Pero obviaron su larga trayectoria y su despedida, incluido ese último servicio a la casa en el que compartió plató con Javier Cárdenas en “Hora punta”. Secundario del hombre que farfulla, le daba una lección de televisión cada vez que intervenía, cada vez que hablaba, cada vez que articulaba una frase. La España de hoy es tan moderna que hay quien pretende que la profesionalidad sea algo antiguo. Y no. Qué grande: gracias, José María.

Podía aprender TVE del sencillo y emotivo homenaje que RNE le rindió cuando Pepa Fernández se desplazó con los amigos de “No es un día cualquiera” al jardín “José María Íñigo” en Madrid a recordarle. Qué delicia: gracias, Pepa.

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