Hace un año
que murió José María Íñigo. Es la
única manera de entender que un gigante de la televisión como él lleve tanto
tiempo alejado de la pantalla. Encender la tele y saber que uno no se lo va a
encontrar en algún programa, da igual cuál, se hace raro. Íñigo y la tele
llevaban tantos años juntos —cincuenta—, que muy pocas personas pueden decir
que cuando despertaron a la tele él todavía no estaba allí. Yo no soy una de
ellas, y seguramente usted tampoco.
Un año sin uno
de los más grandes personajes de la historia de la televisión en España y no se
le ha hecho el homenaje televisivo que se merece. Se lo podían haber hecho
tanto en Atresmedia como en Mediaset, porque lo anduvo todo, pero lo grave es
que no se lo hayan hecho en TVE, donde presentó varios de los más exitosos
programas de la casa, y protagonizó el que seguramente es y será para siempre
la retransmisión más vista, más impactante y más recordada de nuestra historia:
la visita de Uri Doblacucharas Arreglarrelojes Geller a “Directísimo” en 1975. Lo que en EE.UU. fue la
retransmisión radiofónica de “La guerra de los mundos” de Orson Welles, lo fue en España aquella entrevista de Íñigo. La
ventanita que le dedicó el “Telediario” en el aniversario de su muerte fue un
detalle cariñoso, pero insuficiente. Hablaba de sus primeros años, en aquella
España tan antigua que presentarse como moderno era avanzado y rompedor. Pero
obviaron su larga trayectoria y su despedida, incluido ese último servicio a la
casa en el que compartió plató con Javier
Cárdenas en “Hora punta”. Secundario del hombre que farfulla, le daba una
lección de televisión cada vez que intervenía, cada vez que hablaba, cada vez que
articulaba una frase. La España de hoy es tan moderna que hay quien pretende
que la profesionalidad sea algo antiguo. Y no. Qué grande: gracias, José María.
Podía aprender
TVE del sencillo y emotivo homenaje que RNE le rindió cuando Pepa Fernández se desplazó con los
amigos de “No es un día cualquiera” al jardín “José María Íñigo” en Madrid a
recordarle. Qué delicia: gracias, Pepa.
Gracias Antonio!
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