El interesante documental “El Papa Luna” (La 2) no solo analiza con rigor la vida y el legado del papa Benedicto XIII, que pasó a la historia como el “Papa Luna”, sino que reflexiona sobre un asunto en apariencia tan banal como qué hacer con el cráneo del tozudo papa aragonés, custodiado en el Museo de Zaragoza. ¿Debería exhibirse el cráneo de Pedro Martínez de Luna, el Papa Luna, del mismo modo que se exhibe el cráneo de René Descartes en el Museo del Hombre de París o los cráneos de tantos y tantos santos? Y si es así, ¿dónde? ¿En Illueca, su ciudad natal? ¿En la ciudad francesa de Aviñón, en cuya obediencia fue papa antes de ser declarado antipapa? ¿En Peñíscola, la ciudad en la que Benedicto XIII tuvo su sede pontificia? En “Los huesos de Descartes”, un fascinante ensayo en el que Russell Shorto utiliza los huesos del filósofo para hablar de fe y razón, nos enteramos de las razones y sinrazones que se esconden tras las increíbles aventuras de los restos mortales del filósofo racionalista francés. En “El papa Luna”, los espectadores asistimos asombrados a las sinrazones y razones que acompañan la increíble aventura del cráneo de Benedicto XIII. Descartes ha pasado a la cultura popular como el hombre que dijo “pienso, luego existo”. Benedicto XIII también es parte de la cultura popular no por haber dicho “no renuncio al papado, luego existo” (aunque perfectamente podría haberlo dicho), sino por la expresión “mantenerse en sus trece”.
Cuando decimos que alguien “se mantiene en sus trece” estamos recordando la tozuda negativa de Benedicto XIII a renunciar a su condición de papa legítimo. El Papa Luna “siguió en sus trece” hasta su muerte (y más allá), y podemos pensar que Trece, el canal de televisión propiedad de la Conferencia Episcopal Española, homenajea a Benedicto XIII porque la esencia de Trece es, precisamente, mantenerse en sus trece. Como el Papa Luna, Trece se niega con tozudez papal a reconocer que los hechos no coinciden con su línea editorial ni, mucho menos, con las ensoñaciones de sus tertulianos. Benedicto XIII murió creyéndose papa y Trece vive creyéndose la cadena de Dios. El mejor homenaje al Papa Luna no sería exponer su cráneo en un museo, sino que Trece pasara a llamarse XIII. Justicia poética.
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