Pasan los días
y nada. Ni un destierro, ni un boicot, ni una denuncia, ni una amenaza. Por no
haber, no hay siquiera un insulto. Ya no digo una imprecación grandota y babosa
como aquél “¡Marinconsón!” que disparó
Fidel Castro al humorista que le
gastó una broma telefónica hace unos años —cuando ni él ni la Revolución
estaban para bromas—, es que no se oye ni la menor ofensa, ni un desprecio de
trámite, testimonial, pequeñito. Desde la entrega de los primeros ALMA a los
mejores guiones del año pasado solo hay un silencio que da vergüenza oírlo.
Es
sorprendente tanta calma, porque hace casi una semana que el sindicato de
guionistas entregó sus primeros premios; y, aunque entre los agasajados estaban
los guionistas de “El Intermedio”, nadie ha dicho todavía esta ofensa es mía.
Está muy bien que la gente a la que no le gustó “Fariña”, “Amar es para
siempre” o “Arde Madrid” aceptaran deportivamente que sus guionistas recibieran
los premios al mejor guion de serie dramática, serie diaria y serie de comedia
respectivamente, pero, coño, es que entre los diecinueve guionistas de “El
Intermedio” que recibieron el premio al mejor guion de programa está sin duda
el (o la) sinvergüenza antipatriota que el pasado otoño tuvo la infame
ocurrencia de que Dani Mateo
simulara sonarse con la bandera de España.
¿No le hierve
la sangre a nadie al saber que el (o la) guionista que parió tan ofensiva ofensa
escapó de rositas mientras a Mateo le caía la del pulpo y ahora está recibiendo
premios y aplausos? ¿No quedan patriotas en nuestra patria? ¿Nadie defiende
España porque ya solo queremos España para llenarnos la boca de España cuando
decimos “España”? ¿No hay ninguna asociación de fanáticos ociosos dispuesta a
causarnos el sonrojo de vivir en un país que se preocupa más de vigilar a
quienes nos hacen reír que a quienes nos roban? ¿O es que el desprecio al
nobilísimo oficio de guionista llega a tal punto que incluso desprecian
otorgarle su desprecio? Por favor, no disparen tanto al pianista y disparen si
quiera un poquito al guionista. ¡Qué iba a ser de nuestra tele, de nuestras
vidas y de nosotros mismos sin guiones!
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