¿Qué sentiste, Giuseppe Tornatore, cuando te diste cuenta de que habías tenido la mejor idea de toda tu vida? ¿Ya tenías avanzado el guion de “Cinema Paradiso” (La 2, este miércoles) o fue el arranque de la película entera? ¿Escribiste toda la película para crear el clima que terminara en esa escena final? ¿Cómo debe de ser ir en bus, o estar tomando café o comprando yogures, y que el último eslabón de una cadena de pensamientos triviales termine con la idea de una de las mejores escenas de la historia del cine? “Espera, se me está ocurriendo algo…”. A lo mejor se lo fuiste pensando en voz alta a alguna chica parecida a Elena. “¿Y si un cineasta vuelve a su pequeño pueblo natal de Sicilia para asistir al entierro del viejo proyeccionista del cine local, con el que compartió cientos de horas en aquella cabina de proyección cuando era niño?”. Quizá Elena te estaba mirando con interés. “¡Ya lo tengo! La censura de los años 40 obligaba a cortar de las cintas las escenas de besos. ¿Y si tras su muerte el proyeccionista le deja como herencia un montaje con todas las escenas de besos cortadas durante su infancia?”.
Tuvieron que iluminarse los ojos de Elena. Tú mismo, Giuseppe Tornatore, tuviste que quedar sin palabras tras darte cuenta de la potencia de la idea que se te había ocurrido. Sin palabras, pero con muchas imágenes. Seguro que empezaron a venírsete a la cabeza decenas de besos -solemnes, triviales, humildes, tristes, heroicos- que se empezaron a montar solos en tu imaginación. ¿Fuiste consciente de que no iba a quedar un ojo seco en todos los cines en donde se exhibiera la película? ¿Supiste en ese momento que esas imágenes pasarían a coronar la memoria audiovisual de todos los amantes del cine clásico en el mundo entero? ¿Intuiste hasta qué punto ibas a pasar a formar parte de la vida de millones de personas gracias a esa idea, hasta qué punto nos ibas a conmover? ¿Pudiste dormir esa noche, Giuseppe Tornatore? ¿Qué sentiste? ¿Qué te dijo Elena?
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