“La Sexta noche” se preocupa porque los espectadores estemos completamente informados de todo lo que nos atañe, pero hay algo que nos oculta sistemáticamente y no quiere que sepamos: la hora que es, mejor dicho, la hora que es a partir de medianoche. Fíjense durante el programa de hoy: antes de las doce de la noche hay un relojito colocado en la esquina superior izquierda de la pantalla que va marcando rigurosamente las horas, los minutos y los segundos, pero a partir de las doce de la noche lo retiran de la imagen. ¿Por qué? Se admiten sugerencias. ¿Temen que nos demos cuenta de lo tarde que es? ¿Creen que a medida que avanza la noche es más difícil prestar atención y no quieren distraernos? ¿Por qué no quieren que sepamos qué hora es cuando habla Elisa Beni, pero no les importa decírnosla cuando habla Pablo Montesinos -ah, no, que Pablo Montesinos ha pasado de defender al Partido Popular a ser su candidato, y ya no le veremos más en el plató de “La Sexta noche”-?
Los casinos de Las Vegas están expresamente diseñados para que el visitante pierda la noción del tiempo nada más entrar. No hay relojes a la vista. Nunca cierran. El techo está iluminado las veinticuatro horas con luces que imitan la luz natural al mediodía. Nada de ventanas. Un jugador puede sentir que son las cuatro de la tarde a las cuatro de la mañana. Todo está planeado para que el establecimiento forme un universo paralelo en donde no rijan las normas que gobiernan el mundo real. Y, en cierto sentido, eso es lo que ocurre también con los programas de debate político en televisión. Puede parecer un detalle irrelevante, pero quitar el reloj de la pantalla cuando no quieren que nos demos cuenta de que estamos perdiendo horas de sueño por tragarnos las tergiversaciones de María Claver nos sitúa más cerca del strip de Las Vegas que del ágora ateniense. ¿En qué se parecen los casinos y los informativos de televisión? Pues en que ambos crean una realidad virtual y en ambos, al final, siempre gana la banca.
"las tergiversaciones de María Claver..." ¡Ja, ja, ja! Qué blandito, Antonio, lo tuyo sí que es "tergiversar": lo que hace ese ser —no voy a decir "humano" por respeto a los que lo son— es mentir, constante y deliberadamente, con todas las letras; y con una cara que se la pisa, faltando al respeto a cualquier persona mínimamente informada e inteligente.
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