Según Michael, el arquitecto del “lado bueno” en el que viven su muerte Eleanor Shellstrop y su alma gemela Chidi Anagonye, en el “lado malo” (o sea, en el infierno) están Mozart, Picasso, Elvis Presley y prácticamente todos los artistas. También están en el “lado malo” todos los presidentes estadounidenses, salvo Lincoln. Y hasta Florence Nightingale, que estuvo a punto de ir al “lado bueno” pero, ay, no llegó. Pues bien, si el cielo se parece a lo que vemos en la primera temporada de la maravillosa serie “The Good Place” (Netflix) y el infierno es un lugar en el que están Picasso y Elvis, creo que la mayoría nos apuntaríamos al infierno y huiríamos de ese “lado bueno” en el que no hay nada que hacer salvo sonreír y asistir a reuniones de vecinos en las que nadie discute acerca de la necesidad de hacer una derrama para pintar la puñetera fachada norte. ¿Y qué hace una mujer como Eleanor, que se gana la vida vendiendo falsos medicamentos a los ancianos, en el “lado bueno”? Es un error. Pero Eleanor no está dispuesta a dejar el “lado bueno” porque cree que el “lado malo” es un lugar horrible en el que todos sufren espantosas torturas. ¿Qué puede hacer, entonces? Eleanor tiene que aprender a ser una buena persona, y nada mejor para eso que seguir los consejos de Chidi, un profesor que ha dedicado su vida (e incluso su muerte) al estudio de la ética.
“The Good Place” es un divertidísimo curso de filosofía en el que Chidi habla de Aristóteles y de Kant con gracia y conocimiento, y también una aguda reflexión sobre la bondad o, más exactamente, sobre lo difícil que es ser bueno. Eleanor no es tonta y sabe lo que está bien y lo que está mal, aunque eso no significa que haga siempre lo que está bien. El poeta Ovidio puso en boca de Medea unas palabras que desvelan uno de los rincones más oscuros del corazón humano: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero hago lo peor”. Eleanor ve con claridad que no debe engañar a los ancianos, y lo aprueba, pero es arrastrada por su debilidad y ambición hacia el mal. Aunque una clase de ética no nos convierte en buenas personas, Aristóteles y Kant nos obligan a pensar, y eso es bueno. El problema de Eleanor no es que no vea lo mejor, sino que hace lo peor. Eleanor tiene que aprender que, como decía Simone Weil, a Bach no se le interpreta sin haber hecho antes unas cuantas escalas, pero tampoco se tocan las escalas solo por tocar. Claro que… ¿estará Bach en el “lado bueno”?
2 comentarios:
Eeehhhh... Ese verso que se cita, con palabras que dice Medea, es de Ovidio, no de Horacio. Y que conste que ello no empaña lo estupendo que es el artículo, que da el nivel habitual. No es que importe mucho: más o menos, lo mismo que atribuir el 'Decíamos ayer...' a San Juan de la Cruz. Un abrazo y muchas gracias. C. I. B.
Cielos... Tiene toda la razón. El error es imperdonable, pero al menos se puede corregir. Ya lo está. Muchas gracias.
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