24/3/19

A LA MIERDA



A la mierda “Sálvame”. A la mierda los cotilleos. A la mierda las trifulcas. A la mierda los dimes y diretes. A la mierda los índices de audiencia. A la mierda Telecinco.

Jorge Javier Vázquez ha sufrido un ictus. Lleva muchos años trabajando muchas horas en muchos programas a cual peor. Gracias a su inteligencia, su esfuerzo y su enorme capacidad para poner ambos al servicio del mal, ha transitado con paso firme por el infierno, excavado más hondo en la miseria, alcanzado un éxito profesional indiscutible. Ahora ha tenido que detener su trepidante carrera por los abismos de la naturaleza humana porque se ha interpuesto otro abismo.

A la mierda “Gran hermano”. A la mierda las nominaciones. A la mierda las alianzas. A la mierda el confesionario. A la mierda las estrategias, las expulsiones, los insultos. A la mierda las cuotas de pantalla. A la mierda el éxito. A la mierda Telecinco.

Hay mucho dinero en la telebasura. También fama. También una tentadora capacidad de influir en los demás, de construir alrededor un mundo a tu medida, de crear una burbuja tan real que parece que no pueda existir nada afuera sin ti. Todos esos ensueños se perderán en el tiempo. Como lágrimas en la lluvia, ya sabes. Pero nadie espera que eso vaya a ocurrir tan pronto, justo ahora, con tantos programas entre manos, tantas cosas por hacer. No es hora de morir, hubo suerte. Pero sí puede ser hora de mandarlo todo a la mierda.

A la mierda “Supervivientes”. A la mierda la playa. A la mierda el hambre. A la mierda la comida escondida. A la mierda la inmunidad. A la mierda las pruebas de resistencia, las traiciones, los debates. A la mierda el mercado publicitario. A la mierda Mediaset.

El hospital ordena reposo porque esa es su forma de recordar a un hombre que solo es un hombre. Es duro saber que la función sigue sin ti, que acróbatas, payasos y fieras hacen sus números con otro jefe de pista, pero así las cosas. Llamar por teléfono a la tele para entrar en directo, para seguir estando aun cuando no se está, para ser quien dice la última palabra es no saber mandar a tiempo todo a la mierda.

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