“Documentos
TV”, a las tantas: “Hoy voy por primera
vez a la tumba de mi hermano, que murió hace 35 años cuando yo tenía seis. Mi
único contacto con él fue cuando toqué el vientre a mi madre y daba pataditas.
Estaba vivo, vivía dentro de ella. Así que este va a ser mi primer contacto con
él desde entonces. La iglesia en la que yo crecí predicaba en contra de la
atención médica. Animaba a las mujeres a no tener hijos en el hospital, a que
dieran a luz en casa. Así que él fue una víctima del culto de la curación por
la fe. Murió debido a la falta de atención médica”. En el cementerio, llora:
“Nunca le besé, pero por lo menos he
besado su lápida. Es importante que otras personas sepan lo que pasa. Si
alguien ve esto y se identifica con esta pérdida, puede que cambie sus
decisiones. Es una vida perdida antes siquiera de que empezara por el culto de
la curación por la fe. Y eso no solo me ha pasado a mí, sigue sucediendo hoy en
otros lugares, en otras iglesias”.
El reportaje
se titula “Solo Dios puede curar”: “En
nombre de sus creencias religiosas, los padres tienen derecho a rechazar los
cuidados médicos incluso cuando exista el riesgo de morir. Existen un millón de
adeptos que creen en la curación por la fe y rechazan la medicina. Esa creencia
sería la responsable de la muerte de miles de niños privados de cuidados
médicos, es imposible conocer la cifra exacta”.
Un miembro de
los Discípulos de Cristo acaba de perder su primer hijo: “Las plegarias no funcionaron porque había llegado su hora, Dios lo
llamó a su lado”. Otro perdió dos: “Para
nosotros la medicina no es una forma de vivir. Nosotros dejamos eso en las
manos de Dios. Nuestra religión no es algo superficial, es algo que va a lo más
profundo, al corazón. La vivimos, la respiramos, lo es todo para nosotros”.
Un tercero lucha para que no cambie la ley que les da carta blanca: “Intentan eliminar una forma de practicar el
cristianismo que es parte de nuestra doctrina. Yo solo pido que se reconozca
que además de la medicina también existe la fe sanadora”. Se salió con la
suya. Cuatro días después perdió su tercer hijo por unos problemas
respiratorios no tratados.
En los espacios religiosos del domingo ocultan esta fe sincera: “Tenía jaqueca y Dios me la curó. Gracias
Señor. Aleluya. Alabado sea el Señor”. ¿No deberían contarlo todo?
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