Nos enteramos de la muerte de Lolo Rico, y nos volvemos hacia “La
bola de cristal”. Mal hecho. Reducirla a este programa es simplificar
demasiado, incluso si nos limitamos a su carrera televisiva.
En los primeros setenta, Rico fue
guionista de “La casa del reloj”. Y ya con Franco
como ocupa del Valle de los caídos, lo fue de “Un globo, dos globos, tres
globos”, un programa que en su oferta incluía, equiparándolos, documentales,
cuentos, juegos o arte. Busquen algo así hoy, verán qué risa. “La Tierra es el globo donde vivo yo”,
cantaba: lo que unas décadas después fue la amenazadora globalización era
entonces un hermoso verso de Gloria
Fuertes que abría la ventana al mundo. Después, en los primeros ochenta, Rico
fue creadora y directora —la primera mujer en dirigir en España un programa de
televisión— de “La cometa blanca”. Ya solo por estos trabajos le debemos eterna
gratitud.
Después llegó “La bola de cristal”,
espacio del que también fue creadora y directora. “‘La Bola de Cristal’ abría camino, enseñaba libertad. Tuvo mucho que
decir, y lo dijo. Y hubo quien tenía muchas ganas de escuchar, y escuchó”,
pero aquel camino se transitó poco. Tras tres años, dimitió: “nos cortaron sin permiso un programa por un
spot de colegio público contra colegio privado”. Prefirió matarlo a dejarlo
morir: “Entendí que si admitía que me
censuraran, también estaban censurando al equipo, y no estaba dispuesta a
convertirme en censora de mi propia gente”. TVE, como todos, también tiene
“La bola de cristal” en un altar, pero pierdan cuidado: ni pedirá perdón por censurar
aquel spot ni rendirá homenaje a Rico emitiéndolo ahora. Ni se lo exigirá nadie:
el camino que abrió “La bola de cristal” volvió a cerrarse, nadie recuerda ya lo
mucho que aquel programa tenía que decir y dijo.
“Los niños y los jóvenes tienen que aprender a ver televisión, y a ver
cosas distintas y variadas, y a conocer el mundo”. El resultado era que millón
y medio de niños y jóvenes, y tres millones y medio de adultos veían “La bola
de cristal”. Hoy nos aislamos unos de otros, y enchufamos a los niños a canales
temáticos infantiles donde los tratan como el gran mercado que son. “¡Viva el mal, viva el capital!”, ya no
les suena de nada.
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