Aunque son completamente silenciosos, pocas cosas definen mejor el ruido que los anuncios que las cadenas sobreimpresionan de forma permanente en la esquina superior derecha de la pantalla, recordándonos que esa noche -o al día siguiente, o dentro de dos días, o la semana que viene- se emite un programa que están tratando de promocionar desesperadamente. He visto a Moreno Bonilla hacer declaraciones sobre la nueva etapa que se abre en Andalucía debajo de una infografía que aseguraba “Matadero – Estreno mañana”. El hombre del tiempo de Telecinco me ha transmitido la previsión para mañana sobre un mapa en donde una borrasca se hallaba situada sobre Galicia y “GH DUO” se hallaba situado sobre el Pirineo Oriental. En “Zapeando” entrevistaban a Eva González para promocionar “La Voz” usando extractos de “El hormiguero” al que había ido Antonio Orozco para promocionar “La Voz”, de forma que el logotipo de “La Voz – Mañana 22:45” se solapaba con el logotipo de “La Voz – Hoy 22:45”.
La quinta acepción de la palabra “ruido” en el DRAE lo define como “interferencia que afecta a un proceso de comunicación”. Y, en efecto, la molestia que supone ese gigante moscón publicitario colocado horas y horas de forma ininterrumpida sobre la pantalla en donde los espectadores estamos intentando seguir una entrevista o el capítulo de una serie es comparable a la que sentiríamos si nos estuvieran susurrando continuamente por el canal de audio “La Voz – Hoy 22:45”, “La Voz – Hoy 22:45”, “La Voz – Hoy 22:45”. Agresivo, como un email escrito en mayúsculas. Irritante, como las llamadas de Vodafone. Estridente, como un “Tu cara me suena” en el que todos los miembros del jurado fueran Ángel Llácer. Es posible que Antena 3 o Telecinco lo vean como un recordatorio, pero yo lo vivo como una advertencia: “Hoy a las 22 horas podrás ver el programa con el que llevamos molestándote todo este rato; a que te apetece”. Y necesito zapear hacia otra cadena que tenga su esquina superior derecha en silencio.
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