El obispo de Alcalá, con la
estola almidoná y los salmos apoyaos en la cadera, ha vuelto. De nuevo está en
el ojo de otra polémica televisiva. Y van unas cuantas. Tantas como las veces
que TVE le puso a tiro la posibilidad de oficiar una misa retransmitida en
directo por La 2 dentro del programa dominical “El día del Señor”. “Muy La 2” , como dice Alberto Casado en “Ese programa del que usted me habla”.
Juan Antonio Reig Plá, con casulla almidoná y los óleos apoyaos en
la cadera, no pierde ocasión. Le va la marcha. Como la libertad de expresión no
atraviesa sus mejores momentos, aquí no tenemos ninguna duda: no solo
defendemos que disponga de “El día del Señor” (igual que los ateos deberían
disponer de “El día de ningún Señor”), defendemos que el señor debería tener a
su disposición un espacio semanal que le sirva de púlpito para su grey. Como el
informativo monárquico “Audiencia abierta”. Como el espacio taurino “Tendido
cero”. Igual de friki, pero dedicado a la divulgación de la doctrina oficial de
la Iglesia sin paños calientes, moderneces ni pamplinas. A ver si nos enteramos
todos, en estos tiempos de relajación de las costumbres y frivolidad en las
creencias, del credo con el que comulgan quienes comulgan.
El obispo de Alcalá, con la mitra
almidoná y el cíngulo amarrao a la cadera, debería ser la estrella del nuevo
programa. Tiene hambre de cámara y sed de micrófono. Sería hermoso que TVE hiciera
con él una obra de caridad dando de comer al hambriento y de beber al sediento.
Reig sería un influencer más famoso de
lo que en su día fue el padre Apeles.
Más de lo que hoy es el telepredicador Revilluca.
Podría explicarnos con detalle todo lo que piensa sobre la homosexualidad, los
métodos anticonceptivos, el divorcio, la inmigración, la secularización, la
sexualidad no orientada a la procreación y el peligro que se oculta tras las
libertades individuales. Iba a dar gusto ver cómo la audiencia viene y va por la
acera del obispo de Alcalá. Eso sí, TVE debería poner más cariño que ahora,
que no se le ocurrió otra cosa que enchufar en medio de su último sermón un primer
plano de una pobre niña bostezando muerta de aburrimiento.
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