Esto no hay quién lo soporte. Abrid una ventana. Que haya algo de corriente. O, al menos, apagad la televisión hasta que pase la noche de Reyes. Entre los informativos de la cena de Antena 3 y el comienzo de “El hormiguero” he contado -este dato es cierto, juro que no exagero- treinta y dos anuncios de perfume. Treinta y dos. ¿Sabéis lo que es oler treinta y dos perfumes a la vez? El ambiente en la salita se ha vuelto irrespirable. Es como tener metida la nariz simultáneamente en el sobaco de treinta y dos miembros de la nobleza. La palabra “perfume” significa en su origen “a través del humo” y yo ahora estoy respirando entre treinta y dos bombas de humo que me han lanzado en pocos minutos.
Que no discuto que, individualmente percibidos, Única de Adolfo Domínguez, Good Girl de Carolina Herrera o The Scent de Hugo Boss sean fragancias deliciosas. Pero si aspiras al mismo tiempo Armani Code, Women de Calvin Klein, Eau de Rochas, Acqua di Gio, Yes I am de Cacharel -no confundir con I am de Chloe, o confundir, que va a dar lo mismo-, Black Opium de Yves Saint Laurent, Pure XS de Paco Rabanne, Sí passione de Giorgio Armani, y The Only One de Dolce y Gabanna puedes sufrir una experiencia lisérgica semejante a coger todos los colores de la paleta de un pintor, mezclarlos y frotarte la cara con ellos.
Demasiadas bellísimas mujeres enigmáticas perdiéndose entre las sombras, demasiados torsos masculinos, demasiados eslóganes para débiles mentales recitados con un mareante acento francés. Muchas más piscinas de las que serían razonables. Languidez y pasión a partes ridículamente iguales. Qué peste. No hay quién respire aquí. No queda más remedio que abrir la ventana en mitad de la noche, con el frío que hace. Estamos a bajo cero. Suerte que, al menos, cada seis o siete anuncios de perfumes, ya se coloca un anuncio de Couldina o Frenadol. Nos van a hacer falta a partir de mañana. Qué puñeteros los publicistas. Cómo están en todo, los jodíos.
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