La idea no es nueva. Ya se le ocurrió a Platón, que en “El banquete” reunió a un grupo de amigos en casa de Agatón para que, como sugirió Erixímaco, pronunciaran un elogio, tan bello como pudieran, en alabanza a Eros. Así que, después de la comida, los comensales mandaron a paseo a la flautista y pasaron un largo rato en medio de hermosos discursos, que culminaron con la fascinante intervención de Sócrates. En “La vista atrás. La memoria” (#0), Iñaki Gabilondo conversa sobre los cambios en España en los últimos cuarenta años con Ferrán Adriá, Perico Delgado, Ainhoa Arteta, José Sacristán, Carmen Machi y José Luis Garci. Sin flautista, sin tonterías ni sobreactuaciones a lo Bertín Obsorne o Risto Mejide, cada invitado de Iñaki pronunció un elogio a un país, el nuestro, que a pesar de los pesares y en contra del pesimismo histórico que todos llevamos marcado a fuego, nos reconcilió con el Eros nacional.
En cuarenta años hemos pasado de pronunciar mal el apellido de Kirk Douglas a pronunciar bien el apellido de su hijo Michael Douglas. Cuarenta años para pasar del hambre a la gastronomía, de la vida en blanco y negro a los colores de los Juegos Olímpicos de Barcelona, de la tristeza moral a los “Oscar” de Garci, Trueba, Almodóvar y Amenábar, de la excepción a la norma, del ensimismamiento paleto a la mirada hacia Europa y el mundo. De acuerdo, los discursos de Sócrates sobre Eros y de Iñaki sobre España tienen sombras que no se perciben desde una tertulia con amigos después de una buena comida. Pero la sombra no es lo mismo que la oscuridad. Además, del mismo modo que en “El Banquete” platónico disfrutamos con maravillosos discursos acerca de Eros y, de propina, tres remedios contra el hipo ofrecidos por Erixímaco (contener la respiración, hacer gárgaras con agua y estornudar), en el Banquete de Iñaki aprendemos a servir correctamente el vino sin que se derrame una gota porque los discursos de Garci, Machi y compañía van acompañados de los impecables movimientos del camarero sobre el mantel. Hermosos elogios a lo que hemos conseguido en los últimos cuarenta años y una lección de saber estar en la mesa. En el Banquete de Iñaki sólo faltó la irrupción de un Alcibíades borracho y gritón, como en el “Banquete” de Platón. No sé si Iñaki tiene un candidato para el puesto de Alcibíades en su Banquete, pero estamos trabajando en ello.
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