18/11/18

ANA ROSA QUINTANA NO ES GILIPOLLAS


Hay que ser muy profesional y muy valiente para atreverse a decir lo que dijo Ana Rosa Quintana: “¿Vamos a meter en el mismo saco a un estafador, que dice que cura el cáncer o el autismo con lejía, que la homeopatía o la acupuntura, que son ciencias milenarias? A mí me parece que la acupuntura funciona, y la homeopatía en muchos casos también”. Olé. Hay que tener mucho valor para decir semejante gilipollez solo por ayudar a los demás.

La peña no opina sobre las crestas mitocondriales, la interacción entre partículas subatómicas o la bomba de sodio y potasio. Quien quiere saber, investiga, estudia y aprende. Y quien no, sigue a sus cosas. Mira que podría opinar, porque todos tenemos crestas de esas, partículas de esas y la bomba esa. Pero, menos mal, entiende que tener “de eso” no capacita para hablar, al menos para hablar con sensatez. Unos señores y señoras estudian, investigan y saben para todos. Se llama división del trabajo y tiene grandes ventajas. Así disponemos de muchas cosas, como pan recién hecho, universidades y satélites en órbita geoestacionaria sin saber ni hacer todo eso.

Sin embargo, con la salud humana la cosa cambia. Todos decimos “a mí me parece”, y luego hablamos alegremente. Al fin y al cabo tenemos salud y somos humanos. Creemos que tener “de eso” nos capacita para hablar de tú a tú con los más grandes estudiosos, investigadores y sabios de la comunidad científica. Si a eso le sumamos que tenemos “sentido común”, ya está, ganamos: como si ellos no tuvieran ni “sentido común”, ni “de eso”, además de un método científico detrás que maximiza los aciertos, minimiza los fallos y corrige los errores de ese sobrevalorado “sentido común” y esa peligrosa “experiencia” que lograban que, hasta hace unas décadas, la humanidad tuviera una salud de mierda y una esperanza de vida menor de 30 años.

Ana Rosa, profesional, asumió el papel de idiota que opina sobre lo que no sabe para evidenciar lo necesaria que es la lucha contra las pseudoterapias. Gracias, valiente, alguien tenía que hacerlo aun a riesgo de parecer muy, pero que muy gilipollas.

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