Hay que ser muy profesional y muy
valiente para atreverse a decir lo que dijo Ana Rosa Quintana: “¿Vamos a
meter en el mismo saco a un estafador, que dice que cura el cáncer o el autismo
con lejía, que la homeopatía o la acupuntura, que son ciencias milenarias? A mí
me parece que la acupuntura funciona, y la homeopatía en muchos casos también”.
Olé. Hay que tener mucho valor para decir semejante gilipollez solo por ayudar
a los demás.
La peña no opina sobre las
crestas mitocondriales, la interacción entre partículas subatómicas o la bomba
de sodio y potasio. Quien quiere saber, investiga, estudia y aprende. Y quien
no, sigue a sus cosas. Mira que podría opinar, porque todos tenemos crestas de
esas, partículas de esas y la bomba esa. Pero, menos mal, entiende que tener
“de eso” no capacita para hablar, al menos para hablar con sensatez. Unos
señores y señoras estudian, investigan y saben para todos. Se llama división
del trabajo y tiene grandes ventajas. Así disponemos de muchas cosas, como pan
recién hecho, universidades y satélites en órbita geoestacionaria sin saber ni
hacer todo eso.
Sin embargo, con la salud humana la
cosa cambia. Todos decimos “a mí me parece”, y luego hablamos alegremente. Al
fin y al cabo tenemos salud y somos humanos. Creemos que tener “de eso” nos
capacita para hablar de tú a tú con los más grandes estudiosos, investigadores
y sabios de la comunidad científica. Si a eso le sumamos que tenemos “sentido
común”, ya está, ganamos: como si ellos no tuvieran ni “sentido común”, ni “de
eso”, además de un método científico detrás que maximiza los aciertos, minimiza
los fallos y corrige los errores de ese sobrevalorado “sentido común” y esa
peligrosa “experiencia” que lograban que, hasta hace unas décadas, la humanidad
tuviera una salud de mierda y una esperanza de vida menor de 30 años.
Ana Rosa, profesional, asumió el
papel de idiota que opina sobre lo que no sabe para evidenciar lo necesaria que
es la lucha contra las pseudoterapias. Gracias, valiente, alguien tenía que
hacerlo aun a riesgo de parecer muy, pero que muy gilipollas.
Bravo, bravo, bravo.
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