Con la ultraderecha pasa lo mismo
que con Ned Flanders. El vecinito meapilas de “Los Simpson” hace
gracia porque solo hay uno y porque vive lejos. Un montón de tipos como Flanders
dejan de hacer gracia y empiezan a dar miedo. Si encima los tenemos en casa ya
es como para hacer running. O, como
se decía antes, “salir corriendo”, y perdón por el arcaísmo.
El monólogo del otro día en “Late
motiv” en el que Andreu Buenafuente explicaba
cómo se reconoce a un ultraderechista era ingenioso y divertido. Producía, como
sabe hacer Buenafuente, esas agradables cosquillas que nos hacen felices cuando
la inteligencia, la complicidad y la risa se reúnen para hacer fiesta. Pero
jugar al “a que te pillo” con la ultraderecha camuflada deja de hacer gracia si
la broma surge tras una reunión de diez mil ultraderechistas que ya no se
camuflan. Saber que la reunión fue en Madrid e iba en serio da ganas de huir
como alma que lleva el diablo. Igual pasa con esa broma de hacer un nuevo
formato televisivo llamado “La Vox” con Franco
de concursante, y Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal como coaches.
Ay, Buenafuente, miedo me da.
¿Es Carmen Lomana un personaje televisivo que sobreactúa, cocina,
sobreactúa, se desmaya y sobreactúa en “MasterChef Celebrity” con el inocente propósito de hacer
más entretenida la noche del domingo? Sí, pero solo si, como Flanders, es ella
sola y es broma que se presentará a la alcaldía de Madrid con VOX para limpiar
la ciudad de “okupas y narcotraficantes”.
Pero si resultara que va acompañada de muchos y están aquí, la cosa cambia. El martes,
Mamen Mendizábal conectaba en “Más
vale tarde” con la reportera Loreto
Ochando para que contara cómo transcurría el Día de la Comunidad Valenciana.
Con la cara lavada, la voz tocada y los ojos irritados, no parecía feliz.
Grupos de ultraderechistas estropearon la fiesta cantando el “Cara al Sol”,
realizando saludos nazis y lanzando gas pimienta contra los periodistas y la
policía. Ya sabemos dónde estuvo el problema: si, como Flanders, fueran uno que
estuviera lejos, tendrían más gracia.
Resulta cómica lo que destila este billete de hoy: la autocomplacencia y el adoctrinamiento ultra-progre y ultra-guay. Yo tengo un vecinito de ultra-extrema-izquierda (facha de izquierdas) y me resulta muy "Vecinito-Flanders de izquierdas". El problema que es cuando hay tantos y tantos "Vecinitos-Flanders de izquierdas" por España con su ultra-autocomplacencia con su ultra-moralina ultra-progre que les motiva a ir dando sermones evangelizadores con su ultra-sesgada visión de la vida.
ResponderEliminarUn fósforo tuyo (y de Carlos Herrera), aunque te duela.
¿Adoctrinamiento ultra-progre y ultra-guay? Verdades como puños: esa gentuza con sus banderas, sus brazos extendidos y toda la parafernalia nazi de mierda que llevan dan más miedo que el copón. Y por mucho que me toquen los huevos los que tú llamas "vecinitos de ultra-extrema-izquierda", suelen ser más de romper cosas —muy mal, desde luego— que de dar hostias y palizas a cualquiera que los mire raro, como suelen hacer los otros hijos de puta del caralsol. Que, ya que estamos, y aunque no sea políticamente correcto, ojalá estuvieran con su querido líder y en su mismo estado...
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