En el siglo XV, mientras los turcos tomaban Constantinopla, los eruditos discutían acerca del sexo de los ángeles. En el siglo XXI, mientras Trump está realizando los mayores recortes en la sanidad de la historia de los EE.UU., los eruditos discuten acerca del sexo de Epi y Blas. Mark Saltzman, guionista de “Barrio Sésamo”, declaró esta semana que los queridos muñecos formaban en realidad una pareja homosexual. Frank Oz, uno de los creadores de las marionetas, afirmó pocos días después que la orientación sexual de Epi y Blas nunca formó parte de la construcción de esos personajes, y que, por tanto, esa cuestión simplemente no existe.
¿La sustitución de los ángeles por Epi y Blas es un avance dentro del marco de las discusiones bizantinas? Al menos, el asunto angelical, dado su carácter distributivo respecto a querubines, serafines y tronos, obligaba a plantearse cuestiones de lógica metafísica acerca de la presencia de accidentes humanos en las esencias incorpóreas. El problema de Epi y Blas ni siquiera tiene esa dimensión conceptual. Por más que Telecinco se empeñe en lo contrario, el mundo de los sentimientos y los gustos forma la esfera humana más banal, caprichosa, estúpida, la que menos puede servir como base para una identidad, la que menos importa a la hora de valorar a nadie. Imagínense si además estamos hablando de muñecos. Convertir un área tan irrelevante en el eje de una acción política de chichinabo es un amargo signo de nuestro tiempo y el análogo perfecto de lo que sucedió mientras los otomanos ponían fin a la Edad Media en el Bósforo.
Por tanto, propongo que la expresión “eso es discutir el sexo de los ángeles” sea reemplazada por la expresión “eso es discutir el sexo de Epi y Blas” para indicar que una cuestión es trivial y distrae de lo verdaderamente importante. Y que, como mucho, se añada una M al final de las siglas LGTBIQ. Junto a lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer, existe otra forma de identidad sexual en la que nadie había reparado hasta ahora. La de los moñecos.
Por tanto, propongo que la expresión “eso es discutir el sexo de los ángeles” sea reemplazada por la expresión “eso es discutir el sexo de Epi y Blas” para indicar que una cuestión es trivial y distrae de lo verdaderamente importante. Y que, como mucho, se añada una M al final de las siglas LGTBIQ. Junto a lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer, existe otra forma de identidad sexual en la que nadie había reparado hasta ahora. La de los moñecos.
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