El paso de las franquicias de “La voz” desde Mediaset hasta Atresmedia es un experimento natural que nos ofrece la madre televisión para averiguar cuánto porcentaje de responsabilidad tenía Telecinco y cuánto tenía la propia “La voz” en el espanto ontológico que suponía este talent show hasta ahora. En psicología es habitual estudiar cuánto se parecen entre sí gemelos genéticamente idénticos que, por motivos varios, han sido criados en ambientes diferentes. Permite estimar hasta qué punto un fenómeno dado está biológicamente determinado o, por el contrario, es fruto del aprendizaje y la educación. En televisión no es ésta una metodología muy utilizada, porque los gemelos rara vez se separan para trabajar en cadenas diferentes. Por eso es tan importante analizar la nueva “La voz” que se emitirá a la vuelta del verano.
Imagínense que de pronto resulta ser un programazo del copón. Un concursazo. Unos cantantes del carajo escogiendo un repertorio con los mejores temas del rock, el pop y el folk de la historia. Y unos jurados que saben de lo que hablan, que no hacen espectáculo sino análisis especializado. En ese caso podríamos afirmar que es Telecinco la cadena que estropea cuantos formatos acoge en su seno. Pero imagínense que “La voz” de Atresmedia termina siendo la misma porquería que era en su encarnación mediasética: repertorio compuesto de horteradas cortoplacistas, jurados empantanados en la cursilería más pegajosa, realización capaz de irritar las retinas más endurecidas. Pues entonces ya concluiríamos que “La voz” -y “La voz kids” y, ojo, la nueva “La voz senior”- lleva la maldad en los genes, y nada se puede hacer con ella por mucho que la emita Antena 3 o National Geographic o el Canal 24 Horas de TVE.
¿Ven por qué la crítica televisiva nunca podrá ser una ciencia? La naturaleza nos ofrece un experimento espontáneo y el resultado lo tenemos tan claro que ni siquiera vamos a girar la cabeza para mirar el resultado. Y mucho menos, pulsar ese desagradable botón.
1 comentario:
Apesta, sí señor.
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