7/6/18

¡POR ESPAÑA!


Ay, que Wyoming está a un tris de votar a Aznar. Y Dani Mateo y Sandra Sabatés también. Eso por no hablar de los maquilladores, iluminadores, cámaras, técnicos de sonido y hasta el último trabajador de “El intermedio”. Capitaneados por los guionistas del programa, que son los que más necesitan su vuelta, todos están a esto de votar a Aznar en las próximas elecciones.

Es normal. Estos días “El Intermedio” está viviendo la gran traca final de su larguísima luna de miel con el Gobierno de Rajoy y los constantes escándalos de corrupción del Partido Popular. Como programa, “El Intermedio” tardó en arrancar. Sobrevivía como una apuesta a medio y largo plazo en laSexta gracias a que la cadena acababa de nacer y podía permitirse unos números más que discretos. Pero con el fin del Gobierno de Zapatero la cosa cambió y los índices de audiencia del espacio que siempre promete volver con más pero no mejor porque es imposible, empezaron a mejorar. La llegada del PP, el Gobierno del plasma y los recortes que apretaban el cinturón a aquellas siete vacas escuálidas que ni siquiera podían dar un bocado a siete espigas escuálidas supuso el éxito de “El Intermedio”. Pero fueron los constantes casos de corrupción, con Luis “El puto amo” Bárcenas al frente, lo que catapultó al programa e hizo de él uno de los buques insignia de la cadena.

El actual repunte en los datos de Wyoming y su equipo tiene el sabor agridulce de las despedidas. También para sus espectadores, para quienes ya nada volverá a ser igual. A no ser que vuelva Aznar, claro. Si los audímetros certifican que contra Rajoy nos reíamos mejor, contra Aznar eso puede ser un no parar. Da igual si el cateto del triángulo de las Azores vuelve al frente del PP, Ciudadanos, Vox o el Frente Judaico Popular. No importa que funde un nuevo partido que –a imitación de aquel GIL de Jesús Gil– encuentre cinco palabras cuyas siglas felizmente formen la palabra “Aznar”. Lo relevante es que nos planteemos la gran pregunta que nos dejó Rodolfo Chikilicuatre como legado cuando lo elegimos democráticamente para representarnos en “Eurovisión”: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar con nuestro voto con tal de echarnos unas risas?

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