Ay, que Wyoming está a un tris de votar a Aznar. Y Dani Mateo y Sandra Sabatés también. Eso por no
hablar de los maquilladores, iluminadores, cámaras, técnicos de sonido y hasta
el último trabajador de “El intermedio”. Capitaneados por los guionistas del
programa, que son los que más necesitan su vuelta, todos están a esto de votar
a Aznar en las próximas elecciones.
Es normal. Estos días “El
Intermedio” está viviendo la gran traca final de su larguísima luna de miel con
el Gobierno de Rajoy y los
constantes escándalos de corrupción del Partido Popular. Como programa, “El Intermedio”
tardó en arrancar. Sobrevivía como una apuesta a medio y largo plazo en laSexta
gracias a que la cadena acababa de nacer y podía permitirse unos números más
que discretos. Pero con el fin del Gobierno de Zapatero la cosa cambió y los índices
de audiencia del espacio que siempre promete volver con más pero no mejor
porque es imposible, empezaron a mejorar. La llegada del PP, el Gobierno del
plasma y los recortes que apretaban el cinturón a aquellas siete vacas escuálidas
que ni siquiera podían dar un bocado a siete espigas escuálidas supuso el éxito
de “El Intermedio”. Pero fueron los constantes casos de corrupción, con Luis “El
puto amo” Bárcenas al frente, lo que catapultó al programa e hizo de él
uno de los buques insignia de la cadena.
El actual repunte en los datos de
Wyoming y su equipo tiene el sabor agridulce de las despedidas. También para
sus espectadores, para quienes ya nada volverá a ser igual. A no ser que vuelva
Aznar, claro. Si los audímetros certifican que contra Rajoy nos reíamos mejor,
contra Aznar eso puede ser un no parar. Da igual si el cateto del triángulo de
las Azores vuelve al frente del PP, Ciudadanos, Vox o el Frente Judaico
Popular. No importa que funde un nuevo partido que –a imitación de aquel GIL de
Jesús Gil– encuentre cinco palabras cuyas
siglas felizmente formen la palabra “Aznar”. Lo relevante es que nos planteemos
la gran pregunta que nos dejó Rodolfo
Chikilicuatre como legado cuando lo elegimos democráticamente para
representarnos en “Eurovisión”: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar con
nuestro voto con tal de echarnos unas risas?
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