Las pataletas dan juego en la
tele, pero son solo eso: pataletas. Al principio son entretenidas de ver si se
reducen a simple espectáculo. Como cuando cambias de canal y caes en medio de
una persecución. No sabes de qué va la peli, pero te quedas mirando un rato.
Pero las pataletas, como las persecuciones, enseguida cansan.
La pataleta del otro día de Rafael Hernando cuando Gonzo, de “El intermedio” (laSexta), le
preguntó por la penúltima sentencia de la Gürtel no estuvo nada mal. Ver a un
portavoz en el Congreso huir de las preguntas de un periodista acusándolo de
acoso fue un espectáculo que solo mejoraría si Hernando rompiera a llorar,
dijera “te odio”, y saliera corriendo a encerrarse en su habitación. Si la
pataleta no tuvo el éxito televisivo que se merecía fue porque nuestro cupo de rabietas
ya lo había llenado antes Celia
Villalobos.
Antes de la pataleta de Hernando,
Villalobos se puso como un basilisco en “Espejo público” (Antena 3) mientras Susanna Griso ya no sabía qué cara
poner. La señora diputada no soportaba (“¡Estoy
cansada de oíros!”) que el periodista
Arsenio Escolar no admitera que el nuevo Gobierno fuera ilegítimo, como
ella decía y repetía cargada de esa razón que tienen siempre quienes no dejan
hablar a los demás. Esta rabieta llegó poco después de su desplante a la
periodista de laSexta Andrea Ropero a
las puertas del Congreso. Y de enfadarse pero mucho, mucho, con otra periodista
de laSexta, Ana Pastor, por ser todos
tan requetemalos y chinchar tanto: “Os
vais a aburrir muchísimo en laSexta sin tener al PP dándole caña todo el puto
día”.
Estas pataletas y otras similares
que se ven entre algunos telespectadores tienen fácil solución. Si el éxito de
laSexta está en hacer televisión contra el Gobierno, no sé a qué esperan Trece
(ex13TV) e Intereconomía para dejar esas pequeñas chapuzas con las que se
conforman, aprovechan su turno y hacen una programación que logre ser un
referente informativo, con unos resultados ante grandes acontecimientos incluso
mejores que TVE, con programas de éxito, y un espacio tan irreverente y
divertido como “El intermedio”. Ánimo y al toro.
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