Reclamo un referéndum para decidir sobre el eurovisionexit, la salida de nuestro país del Festival de la Canción de Eurovisión y de toda la parafernalia que le rodea. Ya basta. Ha llegado el momento. Yo también. La ciudadanía tiene derecho a decidir. Sólo queremos votar para poder tener un recuento fiable del número de eurovisionfans y eurovisionescépticos que existen en nuestro país, condición necesaria para que posteriormente el Estado obre en consecuencia. No nos referimos únicamente a nuestra salida del Festival de esta noche. También incluimos nuestro abandono de las semifinales, las promociones, los talent shows en los que se eligen a nuestros representantes. Todo. Tout. Everything.
Eurovisión nos roba. Vale, quizá no nos robe dinero -quizá sí, no lo sé-. Pero de lo que no cabe duda es de que nos roba la serenidad y el buen gusto durante toda una semana. Uno pone La 2 un jueves para ver una buena película de “Historia de nuestro cine” y de pronto cae abducido por las semifinales de Eurovisión, un inframundo que parece salido de un cruce entre una fantasía erótica de Donald Trump y la versión vikinga de un chikiparque lisérgico. La mente humana no puede escribir una canción peor que la que está sonando en cualquier momento -bueno, sí, la que va a sonar a continuación-. Y la alegría que exhiben las delegaciones de cada país agitando esas banderitas en sus respectivos reservados tiene que ver tanto con la alegría como el sabor fresa de los yogures sabor fresa con las fresas.
Todo mejorará con el Eurovisionexit. Bajará el paro, aumentará la sanidad. Construiremos una sociedad más respetuosa con los derechos humanos y las libertades públicas. Y, mucho mejor aun que todo lo anterior, ¡no tendremos que volver a ver nunca jamás los vestidos de las presentadoras ni los peinados de los presentadores! Referéndum, ya. Eurovisionexit, ya. Y, si es posible, una rápida negociación que nos saque del Festival de Eurovisión antes de esta noche.
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