“Ahora caigo” sirve para explicar la relación entre el sexo y el amor. ¿Recuerdan cómo hace años el atractivo más importante del concurso, si es que no el único, era ver cómo los participantes se precipitaban al vacío en el momento en el que la trampilla se abría bajo sus pies tras fallar una respuesta? ¿Recuerdan las semanas, los primeros meses, aquellos planos del público gritando nervioso cada vez que un concursante caía al foso? ¿Recuerdan a Arturo Valls haciendo todos los juegos de palabras posibles en lengua española, exprimiendo al máximo cada acepción del verbo “caer”? Era 2011, 2012… como mucho, 2013.
Pues bien, la grandeza de “Ahora caigo” ha consistido en mantener su interés a pesar de que ya nadie contempla el concurso por ver a los jugadores caer. El concurso ha ido afinando la mecánica y los diversos tipos de preguntas, potenciando complicidades y guiños entre público, concursantes y presentador, hasta conseguir un producto que acaba de alcanzar el programa 1500 sin que ya nadie entre los espectadores se eche las manos a la cabeza cuando ve a un participante ser tragado por la tierra. ¿Se hubiera afianzado “Ahora caigo” en la programación si no hubiera contado inicialmente con las caídas? Seguramente no. ¿Se ha afianzado “Ahora caigo” en la programación gracias principalmente a las caídas? Seguramente tampoco.
Es lo que ocurre con el sexo y el amor. El sexo es un pegamento muy rápido aunque pasajero, que une a las personas dando ocasión a que surjan entre ellos otros vínculos más lentos y permanentes que no habrían aparecido sin la ayuda inicial del sexo. El sexo han sido las caídas; el amor está siendo las ganas de ver un sencillo y divertido concurso de preguntas y respuestas. No nos habríamos enamorado de “Ahora caigo” si no llega a ser por las caídas, pero ya no las necesitamos para seguir queriéndolo. A lo mejor por eso Chiquito -no se le olvida, maestro- llamaba “hacer la caidita” a mantener relaciones sexuales.
1 comentario:
Y, al fin y al cabo, es normal que surja en las relaciones humanas algún momento propicio para el mete, saca, mete, saca. Ya se sabe cómo son estas cosas. Pero, caray, tanta fijación con el mete, saca, mete, saca resulta cansino total. Es que es tal la monomanía, que antes de que empiece “Supervivientes” ya están dándole a la matraca del mete, saca, mete, saca. A ver si vamos a tener que recordar la tontería esa de que no se puede confundir la libertad con el libertinaje.
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