Por eso este primer trimestre del
año fue horrible. El fracaso del último “Gran hermano” del trimestre anterior
obligó a Telecinco a llevar su ‘irreality
show’ al taller de reparaciones. Tres meses sufrimos de síndrome de
abstinencia al quedarnos sin el “GH VIP” que la cadena tenía previsto para
este tiempo, y que finalmente no pudo distribuir en esas dosis de cuatro
horas en vena que tanto éxito tienen. Todo Telecinco se resintió, “Sálvame”
incluido. Sin la gasolina que habitualmente usa para atizar las calderas de su
infierno, tuvo que recurrir a parasitar contenidos de “Operación Triunfo” de la
competencia, y, mucho peor, esta última semana acabó sustituyendo su lamentable
crónica rosa habitual por una crónica negra aun más lamentable sobre la
terrible muerte del niño de Níjar.
Pero desde el jueves
“Supervivientes” habita entre nosotros. Volvemos a la normalidad. Una
normalidad degradante, triste y estúpida, pero normalidad al fin y al cabo. Por
eso, lo menos que podemos hacer los hombres y mujeres de buena voluntad es felicitar
a Telecinco y desearle, de todo corazón, que su espectáculo produzca, recoja y
proporcione ese el combustible que el negocio necesita para subsistir: ¡enhorabuena
y mucha mierda!
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