13/2/18

LLEGÓ EL MOMENTO DE MATAR A JAY


La familia moderna de “Modern family” se rige por principios de hace dos mil millones de años. En aquel momento, en plena era paleoproterozoica, la vida terrestre se enfrentó a su encrucijada más decisiva. ¿Sexo o no sexo? ¿Muerte o no muerte? ¿Reproducción sexual o reproducción asexual? Ambas tenían ventajas e inconvenientes. La reproducción asexual producía siempre el mismo tipo de individuos, pero en rigor éstos nunca morían, sino que se dividían y multiplicaban indefinidamente en una existencia eterna que repetía una y otra vez los mismos clones. La reproducción sexual permitía recombinar e ir perfeccionando lentamente los genomas gracias a ese imparable motor de la vida que es la atracción por lo diferente, pero hacía necesaria la muerte de los individuos originales para ser reemplazados por todas las innovaciones biológicas a las que el sexo daba lugar. Fue una decisión difícil. Los biólogos no saben por qué. Pero elegimos el sexo aunque nos costara la vida.

Y ahora, en su novena temporada, “Modern family” se enfrenta a la misma encrucijada paleoproterozoica. Los niños que hace nueve años eran meros comparsas que daban ocasión para las tramas de los adultos ya son adultos que pueden sostener sus propios enredos. Los bebés que llegaron más tarde ya son capaces de reclamar sus propias secuencias. En el cartel de la T9 hay demasiados personajes, demasiado apretados por mucho que sonrían, por mucho que intenten destacar cada uno sobre los otros. Será una familia moderna, pero se reproduce como las lombrices. Y la evolución ha dispuesto que la muerte es la forma de resolver el exceso de población. Sigmund Freud, hablando de lo mismo a otra escala, nombró la necesidad que tenemos los humanos de matar a nuestro padre. “Modern family” agoniza y sólo hay una forma de solucionarlo. Se viene practicando desde hace dos mil millones de años. No estoy diciendo que los guionistas se lo encarguen a Claire o Mitchell, pero, lo haga quien lo haga, llegó el momento de matar a Jay.

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