2/2/18

LEÓN ESTÁ EN TOLEDO


“¿Para qué te vas a duchar si vas a volver a sudar? ¡Es que no es ético!”. A veces, algunas veces, la tele tiene razón. “Yo pensaba que León estaba en Toledo. Parecido, ¿no? Las casas colgantes…”. La noche de los jueves, Cuatro nos hace felices. “¿Estoy mona? ¿Pero mona o divina? ¿Divina o pasada de divina?”. Esto reconforta más que el Prozac y Platón juntos. “¡Eso fue una fuerza oscura de la naturaleza que se introdujo en la furgoneta!”. ¿No notan ya su efecto balsámico y benefactor? “Todos los heteros son maricas, a mí no me ralles, cari”. Respiren hondo, pongan la espalda recta, eleven la barbilla, miren al frente, disfruten de la seguridad en sí mismos conquistada viendo lo ignorantes, simples, ridículos y estúpidos que son los personajes ignorantes, simples, ridículos y estúpidos que Cuatro ha reunido y guionizado en “Los reyes del barrio”.

Reconozcámoslo: mirar por encima del hombro a los demás es una de las grandes satisfacciones de la vida. Antes de que hubiera tele, había que esforzarse para obtener ese íntimo placer porque era preciso lograr esa superioridad ante los demás. Para no malgastar energía y evitar conflictos se solía recurrir a la edificante figura del tonto del pueblo, blanco consensuado de abusos, burla y escarnio compartido. Pero con la tele sentirse superior es más fácil. Ya no hay ni que salir de casa a buscar al tonto del pueblo. La industria nos sirve en bandeja una serie de personajes ya picaditos, fáciles de criticar y estereotipados según unos perfiles simplones para que cada uno escoja a quién quiere despedazar para sentirse mejor persona. Bueno, mejor persona igual no, pero sí mejor a secas, más chulo, superior.

Llegar aquí no fue fácil. Los primeros pasos fueron torpes. Ahí está el caso del gran pionero Javier Cárdenas, con sentencia firme e inapelable del Tribunal Constitucional por burlarse y ridiculizar a un discapacitado físico y psíquico hace años. Hoy, el progreso televisivo nos ofrece una superioridad garantizada y sin indeseables efectos secundarios, ¡viva la civilización y la madre que nos parió!

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