Más que pena -muchísima-, más que sorpresa -también, ya que muchos no sabíamos de su enfermedad-, la muerte de Forges nos ha dejado a todos en un estado de estupor casi existencial, casi lógico, como si de pronto nos hubieran retirado una de las patas sobre las que se apoya el mundo y tardáramos un rato en entender qué está pasando y en encontrar una nueva forma de equilibrar la vida. A todas sus virtudes que se están comentando estos días habría que añadir una más, la de la permanencia: Forges ha sido un elemento constante, rutinario, en la vida de los españoles desde que tenemos memoria. Cualquier autor que tuviera una décima parte de su obra -que sólo hubiera hecho “Historia de Aquí”, “Los forrenta años”, o su viñeta diaria- ya sería considerado un genio. Antonio Fraguas fue más allá: fue un ingrediente esencial de nuestra vida cotidiana. Pasaban las estaciones, los gobiernos y los mundiales de fútbol. Forges no pasaba. Hasta ayer.
De ahí que la serie “Los imprescindibles” -cuya entrega dedicada a Forges se apresuró a reemitir La 2 con buen criterio- debería haberse cambiado el nombre en esta ocasión por el de “Los imprescindidos”. “Imprescindible” se dice de aquello de lo que no se debe o se puede prescindir. “Imprescindido” se dice de aquello de lo que, de hecho, jamás se ha prescindido. Desde Asturias a Andalucía. Desde Juan Carlos Ortega hasta Los Morancos. A lo largo de todas las etapas de nuestra democracia. Sería difícil encontrar otro ejemplo, en cualquier área de la creación cultural, de un autor que haya conseguido conectar emocionalmente miles, decenas de miles de veces con millones, decenas de millones de personas, cuajando un mundo de personajes absolutamente personales, absolutamente universales.
Era una certeza intemporal. Le éramos fieles con sencillez y constancia, como Blasillo a la puesta del sol. Y lo queríamos más -aun- de lo que nos dábamos cuenta. El estupor, que siempre tiene algo de anestésico, va pasando y la pena -muchísima- se nota cada vez más.
Es exactamente lo que pensé y sentí. Gracias por escribirlo.
ResponderEliminarComo lo echamos ya de menos
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