“Tienen niños y familia, pero no son solo refugiados”. Hay europeos
que parecen conformes con que las bombas caigan sobre Siria, pero no con que
sus refugiados caigan sobre nosotros. “Hay
otros viniendo también. No sabemos si son yihadistas”. No solo hay xenófobos
aquí o en Austria; también en Grecia. “No
sabemos si tienen pistolas. No sabemos si tienen enfermedades”. Pues claro
que tienen enfermedades: ¡un recién llegado es farmacéutico!
En otro mar, el Cantábrico, una
pareja arrastrada por el temporal muere ahogada. El “Telediario” cuenta que se
les intentó socorrer sin dar más datos. Habla de “varios vecinos”, de “testigos
presenciales”, de “un joven de unos 30 años” que se arrojó al agua para
intentar sacarlos, pero no dice más. No nombra a Youssef Chaida y Mustafa
Usein, una pareja de marineros de origen marroquí que son vecinos de Ondarroa
desde hace ocho años. Youssef se jugó la vida tirándose al mar por salvar a dos
desconocidos. Los periodistas no deben dar datos de los delincuentes que no
aportan nada a la comprensión del delito, pero siempre deberían decir quiénes
son los héroes y valientes que viven entre nosotros. Siempre. Puede que no
todos los inmigrantes y refugiados sean trigo limpio —que me digan en qué
colectivo no pasa eso—, pero, con permiso del cardenal Antonio Cañizares, lo que necesitamos quienes estamos en el lado cómodo
de la frontera es que nos recuerden que en todas partes hay personas que se
merecen lo mejor.
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