La variedad de canales generalistas que Mediaset ofrece a la población es tan amplia que ningún espectador deja de encontrar un programa que se ajuste a sus gustos, por muy sofisticados que éstos sean. Este miércoles pudimos elegir simultáneamente entre ver a Carlos Sobera hacer de anfitrión para buscadores del amor en el “First dates” de Cuatro y ver a Carlos Sobera hacer de anfitrión de niños repipis en el “Little big show” de Telecinco. Al mismo tiempo. Técnicamente se llama “ampliar el target” hasta abarcar prácticamente a la totalidad de la audiencia nacional. ¿Te gusta ver a Carlos Sobera en programas de citas? Mediaset te lo da. ¿Te gusta ver a Carlos Sobera en programas de niños? Mediaset te lo da. ¿No te gusta ver a Carlos Sobera? Hombre, Mediaset no hace televisión para anormales como tú.
Lo ocurrido el miércoles en Mediaset no sólo fue un ejemplo de libertad de elección. También fue una muestra de libertad de competencia en igualdad de oportunidades. Porque el enorme parecido entre el Carlos Sobera de Cuatro y el Carlos Sobera de Telecinco garantizaba la limpieza de la contienda entre ambos presentadores. Ninguno de los dos partía con ventaja, y la única variable que explicaría la victoria de uno sobre el otro es su maestría diferencial como presentador. Las sociedades capitalistas incentivaban la libre competencia entre los agentes productivos. La gran innovación del neocapitalismo actual consiste en enfrentar a tales agentes, no solamente entre ellos, sino también contra sí mismos. Sobera contra Sobera. Uno ya no puede ser solidario ni respecto de su yo.
Han venido los Reyes y nos han traído el juego de la libertad de elección y el juego de la libertad de competencia. El único requisito para jugar es ser un clon, un clon espectador o un clon presentador. Dos Soberas idénticos simultáneamente en Cuatro y Telecinco para dos millones de espectadores idénticos simultáneamente en Cuatro y Telecinco. Libertad.
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