La Navidad es tiempo de milagros.
Yo creo que es gracias a los anuncios. El cada vez más madrugador aluvión de
anuncios navideños consigue que milagrosamente estemos hartos de la Navidad mucho
antes de que comience. El anuncio de la lotería de Navidad logra cada año el
prodigio de que añoremos el del año anterior, con lo malo que era. Eso sin
desmerecer que, en su conjunto, los últimos años de anuncios de la Lotería
obran el portento de que echemos de menos al calvo aquél que nos ponía de los
nervios soplando números. El último milagro navideño es el vestido de las
campanadas de Cristina Pedroche.
Como Jano, dios romano de las puertas, los comienzos y los finales, el
vestido de Pedroche tiene dos caras. Siendo uno logra lo imposible: que estropeemos
la despedida del año con una expectación ridícula sobre cómo va a ser y cómo
debería ser el vestido, y que fastidiemos la llegada del año nuevo con una ridícula
polémica sobre cómo el vestido fue y cómo debería haber sido.
Alberto Chicote, acompañante de Pedroche en las Campanadas, ha
hecho un anuncio muy simpático sobre el proceso de elección del vestido que se
va a poner él para acompañar al vestido de ella (“No lo veo. Es que no lo veo. Huy... esto sí que sí. Con esto vais a
flipar. Con esto arraso”). Pedroche, por su parte, ha hecho unas
declaraciones menos simpáticas sobre cómo va a ser el vestido: “será atrevido, irreverente y transparente”.
Si casi un mes antes de Nochevieja ya se está alimentando la expectación será
porque cuentan con que la polémica durará también al menos otro mes después. Un
mes más un mes, a mí me salen dos meses. Dos meses dando la tabarra con
cualquier cosa es demasiado tiempo, pero, no me fastidien, más si se trata de
un vestido.
Así que me borro. No quiero saber
si el vestido será o fue más atrevido, irreverente y transparente que el
anterior pero menos que el siguiente. Ni si ella hace bien, mal o ni fu ni fa
con su vestido. Ni qué dice ella a lo que dicen de ella por decir lo que piensa
sobre lo que piensan de ella y su vestido. Me marcho a febrero. Otro milagro
navideño.
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